Legislar es un oficio que se aprende en la práctica. El buen legislador carga consigo un conocimiento, profundo, de las leyes; en la práctica parlamentaria se especializa en temas de los cuales tiene mayor conocimiento; se aspira a que el buen legislador sea un extraordinario tribuno, que sus ideas se sustenten en el estudio de las leyes, la historia y la política.

El legislador le da cuerpo a legalidad de una nación. Su trabajo rinde frutos en el día a día de la sociedad. La ley surge de las necesidades de la sociedad, por lo mismo el legislador no solo es observador de la realidad sino que logra entenderla, capta la esencia de las problemáticas y las trascribe en leyes. El buen legislador no es un ser ajeno a su realidad, a mayor empatía más es la posibilidad de que se legisle en beneficio de la sociedad.

Hasta aquí mis ideales del legislador que mucho distan de lo que se vive en el Poder Legislativo.

Ahora bien, ¿cuál debate serio se puede tener si una senadora piensa que la tribuna es una pantalla mediática, una red social, donde mientras más sandeces se digan mayor popularidad se tiene?

¿Qué se puede esperar de un senador que se sube a tribuna y presenta una reserva para dar retroactividad a una ley, aunque eso se contraponga con lo que establece la Constitución?

No sé si esos sean los legisladores que queremos. Se quedan en el debate hueco y sin ideas. No son capaces de leer lo que votan. Se han convertido en alza manos o toma tribunas, denigrando cada día el oficio de legislar.

Quien legisla hace leyes. Quien hace leyes conoce la ley. Quien conoce la ley estudia las leyes, bastaría preguntarnos: ¿Cuántos de nuestros legisladores leen lo que aprueban? ¿Cuántos se atreven a señalar cuando una ley no está bien redactada o contradice la Constitución? Estoy seguro que no muchos. El poder legislativo ha dejado de ser el espacio donde se forman los grandes tribunos y se ha convertido en un lugar de vanidades, un trampolín político donde quienes aspiran no lo hacen basados en las leyes que proponen si no en las ocurrencias que le dan más seguidores en sus redes sociales.

Pero, legislar es un oficio. Nunca es tarde para corregir el camino, enmendar los errores, en ello Morena debe poner el ejemplo. No hay prisa de legislar, saben que todo lo que propongan

se va a aprobar, entonces porque no darse tiempo para discutir y mejorar las leyes. Este tenía que ser el inicio de una verdadera transformación.

Como ejemplo queda el oficio legislativo de Javier Corral, sabía que la Ley de Amparo, de Telecomunicaciones y de Lavado de Dinero necesitaban ser discutidas y nutridas por voces de expertos que les dieran legitimidad y les otorgaran un contenido certero que beneficiara a la sociedad, lo logro generando consensos no solo entre su grupo parlamentario sino con otros.

Los parlamentos abiertos no retrasan la aprobación de las leyes, las nutren, las corrigen y crean instrumentos capaces de mejorar las problemáticas del país.

Morena tiene en sus manos la oportunidad de iniciar una verdadera transformación en la forma de legislar, si se goza de la mayoría cual es la prisa de sacar leyes con errores. Si se tiene la mayoría porque no se escucha al interior de la bancada y se corrigen los errores. Eso evitaría el bochorno de sacar un transitorio que viola el artículo catorce de la Constitución.

Ser mayoría implica responsabilidad, esa es la única garantía para mantener la mayoría. El poder no es eterno y los excesos del mismo terminan costando caro, sino pregúntesele al PAN o al PRI.

Hasta aquí Monstruos y Máscaras

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