Vivimos una revolución tecnológica sin precedentes. Los cambios acelerados parecen, por momentos, poner en riesgo a la condición humana. Lo que conocíamos como ciencia ficción hoy es una realidad, los robots forman parte de nuestras vidas. Las máquinas amenazan con controlar nuestra existencia y convertirnos en extraños en un mundo que habitamos desde hace millones de años.
No soy un robot. La lectura y la sociedad digital (Anagrama, 2024) de Juan Villoro, genera un diálogo interesante entre el libro y la era digital. El algoritmo renueva el papel del libro “Terminada la emergencia (aunque no el virus), volvimos a la realidad. ¿En verdad lo hicimos? Las pantallas y los algoritmos determinan nuestras vidas. La enajenación, que en 1978 me pareció un buen tema para un trabajo de Sociología, hoy está a un clic de distancia. En ese contexto, una tecnología remota adquiere nuevo significado: la lectura.”
El libro es el espacio que permite mantener la condición humana. Al estar generando imágenes, durante la lectura, le regresamos al cerebro la capacidad de imaginar, se vence esa enajenación que amenaza con desaparecer la privacidad del individuo. El libro regresa la esencia humana cuando invita al lector a pensar.
El algoritmo se nutre de la información que entregamos, sin saberlo, a través de los dispositivos digitales. No es extraño estar conversando con alguien sobre algún tema y al abrir el dispositivo móvil encontrarse con una cantidad de anuncios que parece cumplen con el deseo que hemos expresado; como si eso no fuera poco cuando realizamos una búsqueda en el ordenador al poco rato nos llueven llamadas ofreciéndonos el producto. No es cuestión de magia, la información que generamos, se encuentra en posesión de las grandes empresas, es vendida, este gran negocio ninguna nación se ha atrevido a regularlo.
Juan Villoro pone en el centro de la discusión temas actuales, que me temo suceden tan rápido que no nos percatamos de ellos. Entonces la lectura y la realidad parece han intercambiado su papel “la literatura emancipa del entorno gracias a la realidad virtual que se desprende de sus páginas. De manera lógica, ciertos lectores extremos han pasado de leer novelas a entender la realidad como una novela. Estamos ante una nueva versión del quijotismo: primero se descifra el texto, luego el mundo se convierte en texto.”
El libro como un objeto antiguo goza de actualidad y es la vanguardia en nuestro tiempo. En silencio nos recuerda: que la palabra vive, cuando los ojos del lector se posan en la hoja llena de letras las convierten en imágenes de su tiempo, un tiempo pasado que siempre será presente en el futuro. “El libro ya cambió el mundo, pero si se inventara hoy, sería aún mejor.”
Nos espanta pensar que sucederá con la Inteligencia Artificial si se sale de control de quienes la han inventado. ¿Terminaremos siendo intrusos? ¿Seremos exterminados al no ser útiles en un mundo donde las máquinas, con poco esfuerzo, son capaces de hacer todo? ¿Los libros serán el objeto enemigo que los robots intentarán exterminar?
No lo sabemos, intuimos los riesgos porque la literatura y los libros nos lo describieron. Vivimos una distopía que nos da miedo. Leer a Juan Villoro es explorar las posibilidades de un futuro agobiante, pensar la realidad en la que hoy vivimos y entender que el libro es actual sin importar el tiempo en que sea leído porque su defensa silenciosa es a favor de la imaginación y la memoria.
Hasta aquí Monstruos y Máscaras…