Justo en uno de los momentos más dolorosos y trágicos de la crisis de salud y economía más grave de nuestras vidas y del país, nos urge empatía y no más odio, ni polarización.

Urge empatía con el personal del sector salud, ponerse en los zapatos de quienes hoy sin tregua y con valor están salvando vidas, o haciendo hasta lo imposible por no perderlas. Urge hacer un alto e intentar colocarnos en el lugar de quienes hacen las tareas de limpieza en clínicas y hospitales, corriendo toda clase de riesgos; de quienes trasladan enfermos, y de aquellas enfermeras y enfermeros que se convierten en la nueva familia de pacientes que solo quieren regresar con vida a sus hogares.

Si usar un cubrebocas por unos minutos nos resulta invasivo y requiere de voluntad, imaginemos a doctoras y doctores con esos pesados trajes por horas que no se dan permiso ni para sus necesidades más básicas.

Urge empatía con las familias que han perdido a uno de los suyos, porque no son cifras ni número de una estadística que cambia a diario, y a la cual se le aumentan ceros como si multiplicar por cinco o diez fuese un ejercicio aritmético y no cementerios completos.

Urge empatía con las víctimas de la violencia contra niñas, niños, adolescentes y mujeres, y ya no más con los victimarios; porque cada vez que se niega esta infernal realidad, se fortalece la barbarie, y una vez más, se lastima a quien debe apoyarse y acompañarse. La campaña “Cuenta hasta 10”, es una muestra vergonzosa de cuando el victimario gana la complicidad de las autoridades.

Urge empatía con todas y todos aquellos que están perdiendo sus empleos, que de acuerdo a cifras oficiales ya son millones, y cuyos bolsillos están vacíos para sobrevivir. Urge que reciban un ingreso que los ayude a transitar estos meses en el desierto.

Urge empatía con las micros, pequeñas y medianas empresas que llevan semanas con las cortinas abajo y no encuentran salida; urge empatía con millones de mujeres y hombres que por décadas han construido con esfuerzo y honor un patrimonio, y ahora en una soledad y abandono inaceptable lo ven hundirse.

Urge empatía con aquellos que en su más pleno ejercicio de la libertad, dicen, piensan y proponen distinto. Urge la tolerancia y el diálogo que hacen posibles las democracias y un mínimo de convivencia civilizada y con gobernabilidad.

Urge empatía con las víctimas de delitos, y no con los delincuentes y el crimen organizado. Empatía para quienes les fue arrebatado lo poco que les quedaba por la delincuencia; y poner un alto a las decisiones que prácticamente aniquilan la justicia y la dignidad humana, como es dejar morir a la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas.

Urge empatía, un mínimo de empatía en el decir cotidiano, en una tregua a las descalificaciones y calumnias que nada tienen que ver con renunciar a cumplir cada cual con sus roles y tareas. Empatía no es sinónimo de silencio, y mucho menos, de abnegación o sumisión. La empatía es el reconocimiento del otro como similar, exige saber escuchar, ser solidarios y saber respetar.

Urge que seamos empáticos porque solo así lograremos cruzar los desiertos en que ya estamos metidos, cualquier otro camino nos condenara por generaciones a la mezquindad y al odio; y ciertamente, no estamos en este mundo, ni somos ciudadanos de este gran país, para tan fatal destino.

Senadora de la República por el Partido Acción Nacional

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