Hoy la Suprema Corte es la última instancia que nos queda en el país para hacer valer la Constitución y la división de Poderes. Permitir que ésta sea cooptada por el Ejecutivo, sin duda alguna, nos lleva a un estado totalitario y a la eliminación de los contrapesos, que hasta ahora no han conseguido.

Luis Carlos Ugalde tiene razón cuando señala que los ministros de la Suprema Corte se deben a la Constitución y no al pueblo, de ahí que la idea de que sean elegidos por voto popular es totalmente descabellada.

Los recientes señalamientos de la nueva ministra impuesta desde Palacio Nacional, son la muestra de que a este gobierno lo que realmente le importa es la cooptación de las instituciones, la destrucción de las mismas y la desaparición del equilibrio de Poderes. A ellos no les interesa ni la justicia ni la renovación del Poder Judicial, como tanto lo aclaman, lo único que añoran es controlarlo todo y regresar al autoritarismo.

Como dice Ugalde, lo más importante en las elecciones del 2024 es que la oposición consiga la mayoría parlamentaria tanto en el Senado como en las Cámara de Diputados, a fin de que la descabellada reforma para elegir a los ministros por medio del voto no pase.

Por eso es tan importante que en el proceso electoral que viene, impidamos que el Congreso de la Unión quede en manos del actual régimen; pues si bien es importante su no permanencia en Palacio Nacional, lo es más, los contrapesos, es decir, que no logren la mayoría parlamentaria. Y en eso es donde más debemos trabajar.

Pero no solo eso, también están en riesgo los órganos autónomos, a los cuales este gobierno busca desaparecer desde hace casi seis años cuando inició. Pues si algo aborrece el inquilino de Palacio, es la rendición de cuentas, la transparencia, la Constitución y las leyes que de ella emanan.

Al dueño del púlpito mañanero no le gusta lo que viene de la ciudadanía, y los órganos autónomos surgieron desde la ciudadanía y para la ciudadanía, por ello su defensa es indispensable, porque su creación y permanencia han hecho posible que vivamos en una democracia y no en autoritarismo como lo es hoy Venezuela, Cuba o Nicaragua.

Es por demás sabido que el presidente insistirá en enviar reformas al Congreso para desparecer los órganos autónomos, tal como lo anunció recientemente. Vale la pena recordar que si no logró implementar su reforma electoral, mejor conocida como el Plan B, fue gracias a la ciudadanía y a la autonomía de la Suprema Corte.

Es importante recordar que para que la Suprema Corte haga valer la Constitución, es indispensable contar con el voto de ocho ministros, y si observamos con detenimiento, hoy de los once ministros, tres son abiertamente simpatizantes de Palacio Nacional; con el riesgo de que se sume uno más, luego de que en noviembre de este año, el ministro Luis María Aguilar concluye su cargo, por lo que la lealtad a la Constitución estaría en riesgo latente, y con ello, la garantía de nuestros derechos, libertades y del sistema democrático.

Cada día nos acercamos más a la decisión transcendental que tendremos este año por medio de nuestro voto. Estamos ante dos opciones, permitir la continuidad que nos lleva a la destrucción y cooptación de nuestras instituciones o, la permanencia de nuestra democracia y del equilibrio de Poderes.

Sin la Corte lo que sigue es el abismo, y ese abismo nos afectará a todas y todos, independientemente de nuestra afiliación partidista, religiosa o cualquier otra posición. Sin la Corte, el abismo, el totalitarismo y después, la dictadura.

Senadora de la República

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