No es normal ocupar el segundo lugar en turismo sexual infantil; no es normal el sufrimiento de miles de niñas, niños y adolescentes a consecuencia del ciberbullying y del ciberacoso. No es normal convivir con niñas y niños “punteros” que han sido cooptados por el crimen organizado; no es normal dejar de transitar en múltiples tramos carreteros por miedo a que nos asalten o miedo a perder la vida. No es normal que niñas y niños estén impedidos de su derecho al juego por los riesgos que les significa salir a las calles; no es normal pasar tantas horas frente a una pantalla y dejar de mirarnos, de escucharnos y no desarrollar la empatía indispensable para construir comunidad. No es normal que en un fin de semana más de 200 personas sean asesinadas. No es normal renunciar al diálogo en cualquier espacio de nuestras vidas, más aun si lo que está en juego afecta a millones de familias; no es normal que comunidades enteras deban huir porque sus territorios han sido tomados por la violencia. No es normal encontrar cubetas con agua sucia y trapeadores en algunos pasillos del aeropuerto de la Ciudad de México cuando caen fuertes lluvias; no es normal el ataque a periodistas y menos aún los atentados y asesinatos en su contra. No es normal cerrar negocios, suspender clases y aceptar decenas de cancelaciones a destinos turísticos porque la paz y las certezas para la población no están garantizadas.
No es normal ser el primer país del mundo en producción de contenidos pornográficos; no es normal ni la nostalgia de un pasado que no volverá, ni la parálisis por miedo a un futuro que no existe aún. No es normal alimentar el odio en lugar de incentivar la paz; no es normal que normalicemos vivir bajo estás condiciones o aceptar ser promotores del odio, la polarización, el miedo, la no escucha de los otros y de la realidad.
Bien lo advertía Don Manuel Gómez Morín: “el dolor de los hombres es la única cosa objetiva, clara, evidente y constante. Y no el dolor que viene de una fuente inevitable, sino el dolor que unos causamos a otros, el dolor que originan nuestra voluntad o nuestra ineficacia para hacer una nueva y mejor organización de las cosas humanas. Evitar el dolor evitable es la verdadera tarea política”.
Tenemos muchos focos rojos que a diario nos piden hacer un alto y un trabajo en común, para que la empatía sustituya a la indiferencia, para que la solidaridad ocupe el lugar del odio y la polarización, para que el diálogo deje atrás la imposición de solo unas voces.
También tenemos la fortaleza y la voluntad de millones para construir mejores condiciones de vida, así que la gran decisión es, ¿si seguimos optando por evitar el dolor evitable, o por promover más división y odio, que siempre terminan en terribles dolores para una gran mayoría, y esto último tampoco es normal?