¿Cómo hemos podido normalizar tanta violencia?, ¿Cómo pasar en un noticiario “este fin de semana asesinaron a más de 200 personas”, y enseguida irnos a escuchar el estado del tiempo?
¿Cómo fuimos convirtiendo la política en una arena de insulto cotidiano, de indiferencia y humillación a los que no pertenecen a ese clan?, ¿Cómo pasar del diálogo al desprecio y a la destrucción con gozo y fanfarrias en lugar de construir con los nuestros y con los otros?
¿A qué hora elegimos ignorar los que sucede a nuestro alrededor, porque elegimos dejar de sentir consideración, solidaridad y dolor?, ¿A dónde nos dirigimos sin empatía, pero sí con polarización, odio y resentimientos?
¿Es el triunfo de la soberbia y de los narcisistas que hoy con mayor o menor intensidad, ocupan puestos de liderazgo en diversos ámbitos sin distinción de colores y de historias que los precedieron?
Los miles de mexicanos que a diario luchan sin rendición para construir una mejor familia y una comunidad solidaria, me llevan a escribir estas líneas y a hacer un llamado urgente, porque una sociedad que pierde empatía opta por el aislamiento, la indiferencia y por entornos en donde se fractura el tejido social.
En una sociedad donde los incentivos para desarrollar empatía son escasos, urge reconocer las causas que están provocando distancias, indiferencia e incluso, confrontaciones y odios que se multiplican en miles de actitudes cotidianas, y también en las redes sociales, es decir, en todos aquellos espacios que habitamos.
Cuando se pierde seguridad sentimos miedo, y este miedo nos lleva a protegernos en lo personal y también a nuestras familias, así que la confianza en otros empieza a desvanecerse, y es la desconfianza y la distancia lo que se impone respecto a todos aquellos que no sean parte de nuestro círculo más cercano.
Cuando a diario se escuchan noticias terribles a consecuencia de la violencia, empezamos a vivir lo que los expertos llaman “fatiga de compasión”, es decir, la pérdida de sensibilidad y solidaridad ante el dolor ajeno.
Recientemente el periódico La Vanguardia publicó sobre las consecuencias de una sociedad sin empatía y el cansancio emocional que sufre la sociedad actual, ahí advierte que si perdemos la capacidad de reaccionar ante el dolor ajeno habremos dado un paso atrás como seres humanos y como sociedad.
Si frente a lo que hoy vivimos elegimos renunciar a la empatía, nuestras vidas serán cada día más cercanas a la ley de la selva. Por supuesto que requerimos de un trabajo conjunto como Estado mexicano, porque para modificar los entornos que lastiman, o de plano, acaban con la empatía, no alcanza la buena voluntad.
El problema es que al igual que la paz, que las libertades, que la legalidad, la empatía se va perdiendo silenciosamente, y reconstruirla puede llevarnos generaciones enteras. Sin empatía perdemos humanidad y entonces dejamos cancha libre para que la destrucción y el dolor avancen hasta alcanzarnos a nosotros mismos. Nos urge empatía y construcción de comunidad.