El dolor es un dictador que no tiene paciencia ni tampoco compasión. El dolor de cualquier paciente provocado por la pérdida de su salud no conoce de trámites, y menos aún de cirugías pospuestas o medicamentos que no llegan a tiempo.
El dolor arrebata pedazos de vida por instantes y no se doblega con promesa alguna, sino con diagnósticos, tratamientos, medicamentos e intervenciones a tiempo, y muchas veces urgentes.
Cuando el dolor invade un organismo, no hay explicaciones que valgan para aligerar, porque el dolor no entiende de agendas personales ni familiares, y aunque la resiliencia del paciente sea ejemplar, no basta para alejarlo de su vida, si acaso para resistir un poco más mientras ese dolor lo va consumiendo.
Porque el dolor físico afecta también el alma y genera esa frustración e impotencia que significa cambiar la vida, aquello a lo que uno estaba acostumbrado.
El dolor necesita una red de soporte médico y una de apoyo familiar, para que alienten al paciente a seguir adelante.
El dolor es un maestro de vida, nos enseña que la salud no es solo un eslogan o un dicho popular, porque la salud es vida, y sin salud, se entra a territorios desconocidos y a momentos obscuros y difíciles de transitar.
Cuando el personal de salud carece de lo que necesita no sólo es frustrante y desalentador, pues sabiendo y queriendo ayudar, no puede hacerlo.
Estoy segura de que aplazar una cirugía e incluso tener que sacar a un paciente que ya estando en el quirófano, de pronto le informan que los insumos no existen en el inventario, debe ser como ir metiendo a un cajón de madera a quien quiere y puede salvarle la vida.
Para quien sufre el dolor, escuchar un “no hay medicinas”, “no tenemos fecha para su tratamiento”, “debe esperar meses para su cirugía”, equivale a decirle que en su cuerpo el dolor seguirá mandando y que su vida se irá apagando a pedazos.
Puedo escribir estas líneas con total empatía porque he sentido en carne propia ese dolor que quieres arrancarte y no puedes. Al grado de llegar a pensar que ya no te alcanzan las fuerzas para seguir adelante, y entonces, piensas que no quieres seguir un día más, aún teniendo redes de amor y fe en un Dios bueno y compasivo.
Cuando se hacen llamados y reclamos urgentes por parte del personal médico, es porque no sólo ven, sino sienten la desesperación y la urgencia de sus pacientes, y saben que son la diferencia entre la vida y la muerte.
Estamos en la antesala de entrar al debate sobre la eutanasia, sin embargo me parece más urgente construir todos los caminos que existen para primero buscar aliviar el dolor y tener medicamentos.
Estamos hablando de vivir con dignidad porque la otra cara de la moneda equivale a dejar en manos del dolor, una muerte lenta o rápida de miles de vide quienes hoy tienen el derecho de aliviarse y salvarse.
Es urgente que quienes toman decisiones al respecto, den prioridad al alivio del dolor y a todo lo que ello implica. Las respuestas tardías, inadecuadas o inexistentes, son tanto como poner frente a un paredón a quien lo único que le urge es vivir con dignidad, esperanza y sin dolor.

