Don Arnulfo con amor

"Cuando me casé con mi esposa Toor Pekai, elegimos construir una familia igualitaria, respetándonos los unos a los otros y educando a nuestra hija Malala de la misma manera en la que lo hicimos con nuestros hijos Khusal y Atal", ha expresado Ziauddin Yousafzai, padre de Malala.

Yousafzai no quería que su hija, ganadora del Premio Nobel de la Paz en 2014, viviera lo que él veía injusto. Todo eso lo cuenta en Let Her Fly: A Father's Journey, unas memorias en las que habla de su propia lucha por los derechos de la mujer.

Su progenitor ya había tomado una decisión: No quería criar a sus hijos en este sistema patriarcal y así fue como educó a Malala, que firma el prólogo de este libro y le dedica estas palabras: “Mi padre quizás no pueda convencer a todo el mundo de tratar a las mujeres con respeto e igualdad, que es algo que trata todos los días, pero sí cambió mi vida para mejor. Me dió un futuro, me dió una voz, y ¡me dejó volar!".

Hoy quiero dedicar estas líneas a lo que significa en la vida de sus hijas cuando un papá elige decirles “sí”. Cuando dice sí a esa paternidad amorosa y presente; cuando dice sí para ayudarla a crecer sabiendo que tiene derechos e igualdad de acceso a las oportunidades. Cuando le dice sí para acompañarla a construir sus sueños y a enfrentar los desafíos de una realidad que no tiene anestesia.

Hoy sé, amado papá, que para decirnos sí, también elegiste decir no. Dijiste no a tus partidas de dominó que tan bien jugabas de soltero; dijiste no, al futbol que disfrutabas; dijiste no, a una vida social para no repartir con otros el poco tiempo que te quedaba después de largas jornadas de trabajo.

Dijiste no, a querer ser nuestro amigo porque sabías que amigas y amigos ya teníamos, pero que solo tú eres nuestro padre y has respondido con creces. Dijiste no, a quedarte en cama para enseñarnos a andar en bicicleta y también a nadar y descubrir nuevos mundos que hemos caminado juntos.

Dijiste no a la violencia y jamás nos tocaste, pero tu mirada era suficiente para saber lo que en ese momento teníamos que hacer y cuando nos sentabas frente a ti para hablar, tus palabras calaban hondo y era imposible olvidarlas, porque siempre han tenido esa mezcla perfecta de amor y también de exigencia y reglas claras.

Nos enseñaste a descifrar esos mapas gigantes antes de que las pantallas y el waze existiera. Nos enseñaste a mis cuatro hermanas y a mí a ser independientes, a viajar solas y desde muy jóvenes estudiar y trabajar a la vez era la normalidad en nuestra familia. Cada hija podrá contar su propia historia, pero en mi caso, no he conocido hasta ahora, a un hombre que ame tanto a su esposa, y te he escuchado decir una y otra vez, que hacer feliz a mi mama es tu prioridad.

Amo recordar cuando íbamos a las librerías, y elegias aquellos textos que te parecían adecuados para mi edad, y todavía hoy a tus maravillosos 92 años, me sigues dando lecciones cotidianas de personajes, música e historias que conoces mejor que muchos.

Tu mente y tu corazón están llenos de sueños, y cuando decides emprenderlos, conjugas en ese “nosotros” incluyente y generoso.

Me gusta ir descubriendo en tu escritorio las frases y pensamientos de filósofos y seres humanos que admiras y que vas colocando cuidadosamente, como para aprenderlos de memoria.

Siempre has estado presente, particularmente en esos momentos en que cuesta seguir adelante. Ni un solo día dejaste de venir al hospital, cuando el dolor invadió mi cuerpo y tu mirada y tu sonrisa lograban la diferencia.

Hoy te bendigo y agradezco infinitamente a Dios por tu vida y por tenerte como mi papá, y en ti reconozco también a todos estos papás que eligieron el sí como respuesta.

Únete a nuestro canal ¡EL UNIVERSAL ya está en Whatsapp!, desde tu dispositivo móvil entérate de las noticias más relevantes del día, artículos de opinión, entretenimiento, tendencias y más.

Google News

TEMAS RELACIONADOS

Comentarios