Una de cal por las que van de arena. Netflix estrenó esta semana la miniserie documental "Trainwreck: Woodstock ’99", de Jamie Crowford, que muestra las imágenes enloquecidas, violentas y dantescas del gran fiasco que fue el festival organizado por los codiciosos Artie Konfeld, Joel Rosenman, John P. Roberts y el organizador del primer Woodstock (1969), Michael Lang.
Todo mundo recuerda el primer festival, calificado como modelo emblema de paz, amor y música. Mientras que, en el segundo, llevado a cabo del 22 al 25 de julio de 1999 en una expista aérea, fue la barbarie en pleno.
Todo fue propulsado principalmente por fans frenéticos de bandas metálicas como Korn, Limp Bizkit, Rage Against the Machine, Metallica y, entre otros, Los Red Hot Chilli Peppers.
Los detonantes fueron varios: calor opresivo, los escenarios principales estaban muy distantes, las superficies asfálticas estaban muy calientes; escaseaba el agua (por la que había que hacer largas filas, si se quería gratis) y la comida se volvió un atraco en cuestión de precios. En el centro de comando del festival, los organizadores se frotaban las manos nerviosamente.
Los problemas se agolpaban: los baños se volvieron insuficientes. El suministro de agua se descontroló y dio lugar a grandes charcos de lodo.
Kid Rock exigió que en el escenario donde actuaba lanzaran botellas plásticas con agua, generando un peligroso ataque aéreo.
Más tarde, el agua se combinó con la de los inodoros portátiles y muchos se enfermaron al beber una alarmante mezcla de aguas fétidas. Los organizadores, antes que nada, querían defender su dinero, e informaban a diario, visiblemente nerviosos, cómo iban las cosas que se les estaban saliendo de control.
La violencia precedida por Korn que dejó mudo al grupo, estalló el sábado con Limp Bizkit. Su vocalista, Fred Durst encendió la mecha alegando al cantar "Nookie", que ya habían sacado de contexto la violencia, y luego se hizo el occiso.
El cantante de Bush, estaba aterrado después del paquete que les dejó Korn. Los Red Hot, también hicieron su desmadre. Todos, incluyendo el legendario James Brown, querían llevar agua a su molino.
El acabose vino, cuando un grupo de promotores de la paz, distribuyeron velas en la multitud para que permanecieran en alto durante la canción “Under The Bridge”. De ahí el fuego se propagó, primero con fogatas a través de los dos escenarios principales y luego ya fue incontrolable.
Golpes, caída de una gran torre, atracos a cajeros en la zona comercial, quema de baños, mujeres ultrajadas y violadas en la conmoción; y mucha gente desmantelando el lugar y atizando el fuego, haciendo estallar muchos tráilers, mientras en la gran pantalla, irónicamente, Hendrix cantaba Fire.
MTV y algunos periodistas cubrieron todo lo que se muestra en pantalla, el día en que, literalmente, ardió el rock con algunos de los 400 mil asistentes, a punto de rostizarse.
Un documental imperdible, donde nadie de los organizadores bufones de altos vuelos, pisaron la cárcel.
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