Atención: Nora Marín, Jesús Díaz, Georgina Colín, Rodolfo García

Todo es cuestión de oferta y demanda, de calidad en términos absolutos de sonido y de perdurabilidad sobre un coleccionismo enloquecido de vinilos que, a la larga, sale costando más en requisitos prácticos. La famosa RIAA (Recording Industry Associaton of America, le ha dado su voto de confianza al disco compacto, tan sólo esperando la claudicación de los viejos (y coleccionables Long Plays) por un formato mucho más práctico, con mayor capacidad de almacenamiento y una maestría cuya dimensión no le pide nada a los viejos LPs. Por sobre los vinilos que van a la caducidad, el formato del disco compacto, que los últimos tres años ha vendido 111 millones de plásticos en presentaciones digitales físicas y de plástico, está ganando nuevos adeptos, desde atractivas presentaciones, hasta capacidad mayor de almacenamiento, según encuestas.

Ya es un hecho comprobable el soporte que le están brindando las redes y plataformas al usuario, como no lo hacían desde hace mucho con los long plays, comenzando por su costo en términos de mercado en el streaming cotidiano. Para muchos, la capacidad de estilos y géneros ya está anunciando la muerte del LP que, acabará siendo, el último alarido del scratch mejorado, pero nunca lo digital que puede resultar hasta su almacenamiento, lavado casero y preservación de algo, que solamente entienden los crónicos que comenzaron en la era del vinilo y se negaron a aceptar un estilo de audio inmejorable.

El principal problema es el mantenimiento de cada disco de vinilo (aunque éste sea en resina de color). Beatles, Queen, Rolling Stones, Yes, Judas Priest, y otras bandas, liderean con insólitas presentaciones que valen una fortuna, con promociones en ediciones de Luxe, libros, Anvil Case, DVDs, Blu rays, camisetas oficiales, y muchos bonus en otros formatos, que los hacen inalcanzables para algunos y ¿Qué viene más? para los más pudientes y ávidos consumidores que quieren tenerlo todo.

Los que alguna vez decidieron excluir el formato digital de los discos compactos, se arrepienten hoy y lloran su pifia, que llevó a toda una generación de consumidores musicales, a lo veleidoso y enclenque, con tal de salirse con la suya. Donde perdió el disco LP fue en su formato de contención y almacenamiento, contra un disco compacto limitado en espació sónico (antes era de 74 minutos y hoy llega sin problema a los 80). Sólo los enganchados al coleccionismo abismal, pueden afirmar que los long plays se oyen mejor que un compacto. Para no entrar en discusiones bizantinas, sobre todo si no se tiene un costosísimo equipo de sonido y hacer las pruebas auditivas permanentes, mejor ahí le paramos, porque convencer a un necio de los avances técnicos en materia sonora, es caso perdido.

Y más aun los que, sabatinamente, viven en cuerpo y alma, en lugares que ya han perdido categoría y ahora están al servicio de mercaderes inescrupulosos, indigentes, vagabundos y don nadies, que trafican con discos muy sobrevalorados. A estos tipejos se deben también mentiras célebres (son primeros tirajes, es edición especial de mil y no se hicieron más, son impresiones japonesas o italianas) y escogidas para inflar el precio real de los álbumes y sacar lo de la semana. Es duro, pero es verdad.

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