Mientras las redes se lanzan desesperadamente en busca de incautos de pago por evento, en estos momentos de desesperación económica, cuando los mismos artistas participantes tienen colgados videos y conciertos de más de lo mismo, gratis, que es preferible olvidar, por otra parte, los roqueros de media tabla sienten que no hay pandemia que los detenga, por eso el panorama pinta negro.
Y las cosas no van a cambiar porque, muchos practicantes de la computadora, de esos a los que les da flojera meterse en el buscador de YouTube o en el de Spotify, por ejemplo, para encontrar nuevas opciones de lo inimaginable, simplemente no lo van a hacer por la desidia institucional con la que ya viven, como con el celular.
Ante ese panorama, ni reclamar por las reglas absurdas que dicta Facebook, en las que sólo 25 amigos de los miles que se pueden tener, sean los que lo lean a uno. De ahí las recomendaciones subterráneas para unos cuantos intrépidos en el mundo tan de moda del Zoom. Y sin embargo, nadie parece escarmentar en cabeza ajena.
Por eso, la información privilegiada sólo es aprovechada por algunos cuantos a los que sí les interesa el otro tipo de cine del que se ve en Netflix o plataformas similares, que lo mismo aplica para documentales y música no contaminada en estos tiempos de ritmos horribles y letras banales de las que muchos tratan de escapar.
Jarvis Cocker, el otrora líder de Pulp, quiere ser ahora Leonard Cohen. Paul McCartney está dispuesto a vender su última producción, Flaming pie, como pastillas para dormir. Bono y U2 se quejan de lo difícil que es versionar “Escalera al cielo” de Led Zeppelin. Los que trafican con Rock en tu idioma estudian las posibilidades del mercado para hacer los especiales de ska, punk y bolero gótico.
Pero bueno, no todo es tan demoledor y poco optimista en la nueva anormalidad.
Muchos celebran la mala suerte por la que está atravesando el bipolar “dios de segunda” del hip hop, Kanye West, que, si no fuera por el patrocinio de Nike, estaría liquidado.
Aquí en México donde, como la canción de Jethro Tull, se vive en el pasado, en imagen y sonido, para mitigar un poco la pandemia en redes, se inventan jueguitos como “¿Cuáles son las canciones que cambiaron tu vida?”, “¿Cuál fue el primer rock que oíste?, “Cuántos discos de rock tenías hasta antes del Covid 19, que a nadie le interesan” y “pasatiempos” por el estilo.
Que Dios nos agarre confesados y sin cubrebocas.
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