Contra todos los pronósticos, Serrat y Sabina se presentarán en Monterrey, Guadalajara, Querétaro y la Ciudad de México con cuatro conciertos en el Auditorio Nacional, para cerrar una hazaña que bien podría llevarlos al borde de la tumba con la gira No hay dos sin tres, aunque sus discos solos y por separado ya no cotizan.
La monserga de explicar una vez más su música va de la mano con sus canciones ya a punto de pasar de moda pero, como en los mexicanos el aferre al pasado es notorio.
Los juegos de palabras e ideas son los mismos, como sus atuendos de payasos pasados de moda.
Aun así, ¿a quién le cae mal un dinerito extra para su vejez? La pareja que hace años componía respectivamente en mansiones y tugurios, se prepara para un regreso nostálgico.
A relucir salen nuevamente, en el caso de Sabina, las influencias venidas de José Alfredo Jiménez y Chavela Vargas, menos en las canciones de rock, de ese que ya no canta y con el que se diera a conocer en México con el doble “Viceversa”.
Luego quedarían nada más chispazos y muchos temas convencionales que ya no le dicen nada al fan del cuatro por cuatro.
Las mentiras salen a relucir con eso de que la poesía ha tomado posesión de sus cotidianas vidas.
A otro perro lanudo con eso. Todo es un bien montado negocio que pasará por Argentina, Paraguay y Uruguay. Chile y Bolivia se los perderán por problemas políticos.
Mientras presumen feminismo hasta las cachas y se declaran abiertamente antimisóginos, y en el caso del de Ubeda, antirreguetonero, por sus espantosas rimas.
En lo tocante a la parte económica, al Sabina lo ha requerido la justicia española por hacerse pato con viejas deudas con el fisco (2.5 millones de euros), mientras su documental “Sintiéndolo mucho”, comparte buena parte de sus intimidades en el relato fílmico de Fernando León, donde la juerga era la constante.
Bueno, el Sabina le pidió que por favor lo grabara cagando. No lo hizo, pero en cambio lo filmó nalgas al aire para pena ajena de sus fans, que dice que no tiene, como buena lengua larga que es.
En el biopic aparece el director Fernando León de Aranoa que, dicen, que durante 15 años fue la sombra del flaco de Ubeda, y que parece que ni en su casa lo conocen.
Dos infartos cerebrales en su haber, caídas no planeadas, alcohol, tabaco y polvos blancos lo hacen un sobreviviente en el mundo del rock and roll, mientras en el de las canciones que adoran las señoras de más de 50 es todavía un ídolo.
Todo lo contrario a Serrat, que está en su cama, previo chocolatito caliente, antes de las 10 de la noche.
Sabina remata con eso de que lo de sexo, drogas y rock and roll le duró hasta los 50 años (¡sí, cómo no!), descontando sus miedos escénicos y caídas.
Con la prensa rockera no le ha ido tan bien que digamos.
Hace tiempo Diego Manrique de “El País”, forzado por la presencia de su mánager (su esposa peruana, Jimena Coronado), merodeando por ahí, le tuvo que hacer una entrevista a modo, ante lo cual sacó a relucir los colmillos, para defenderlo, Panchito Varona, dispuesto a morder a quien fuera necesario para salvar a su patrón, como él salvó y apoyó a la comunidad feminista y LGBT+.
Para cualquier observador y fan del dúo, el que siempre lleva la batuta es Joaquín.
Él manda y ejecuta lo que pasa en el escenario, las canciones que se cantan, los chistes que se hacen planeados con antelación y el que dirige todo, mientras que Joan Manuel es comparsa, hasta para componer canciones.
Una vez Sabina mencionó que el problema con Serrat era que componía desde la comodidad de su mansión o palacio, mientras él lo hacía desde los tugurios de mala muerte en las altas horas de la madrugada.
Esa era la diferencia que, por lo visto, sigue siendo.
El único problema es que Joaquín ya no le mete al rock and roll como al principio y, para ser claro, como en el “Viceversa”.
Sus canciones ahora son blanditas y bien arropadas. Atrás quedaron los temas provocadores y malhablados, como las drogas y el alcohol.
Ahora o se cuidan, sobre todo el Juaco, o se mueren en caliente, aunque sea arriba del escenario.