Son bien sabidos los pleitos personales de Martin Scorsese con los superhéroes y fanfarrones de la Marvel, así como sus escarceos con grandes figuras del rock, como Bob Dylan en “No Direction home” e íconos del boxeo como Jack La Mota en “Toro salvaje”, aparte de sus viajes personales retrospectivos por el cine norteamericano, en una curiosa serie documental. Sin embargo, su fuerte, por así decirlo, es el cine de gánsteres y crimen, donde balas, venganzas y sentimientos perversos están a la orden de un cine personal patibulario y mafioso de autor.
“Godfellas” (1990), sobre la criminalidad familiar de algunos gánsteres patriarcas de barrio y “Casino” (1995), thriller dramático sobre las mafias criminales, apuestas amañadas y turbios manejos de casinos en la ciudad que nunca duerme, Las Vegas, son constantes en un cine turbio y vicioso de tahúres, prestamistas, traficantes de drogas, políticos corruptos y, desde luego, millonarios y asesinos; ladrones y gatilleros al mejor postor al servicio de la violencia.
Uno de sus grandes y más celebrados filmes sobre prostitución, drama y crimen es “Taxi Driver”, acerca de un chofer (Robert de Niro, su actor fetiche, junto con Joe Pesci), sobre un taxista que sufre de insomnio en medio de un panorama de sordidez, melancolía y violencia.
Otro tipo de desvió cinematográfico y vileza lo conforma “El lobo de Wall Street” (2003), que lleva como protagonista a Leonardo DiCaprio, basado en la vida real de un corrupto corredor de bolsa neoyorquino, Jordan Belfort, víctima de un trinomio: dinero, poder y mujeres, que se compensa con una mezcla de ambición desmedida, drogas y tentaciones irreversibles. Pocas veces en el cine de Scorsese se deja sentir un desmedido frenesí tan agresivo, como en esta película, desprejuiciada, feroz e incontenible. Mas que una comedia negra, es un catálogo de maldad y perversidades que verdaderamente asustan en sus tres horas.
Antes ya había filmado otra obra maestra con “Infiltrados”, también con DiCaprio y el siempre magistral Jack Nicholson y Matt Damon, en un thriller policiaco muy demencial, donde la policía de Massachussets, confronta a la muy peligrosa banda delincuencial de la ciudad de Boston. Infiltrada por un “policía de elite” al servicio, de la locura del gánster, Frank Costello (Nicholson). Saliéndose un poco del crimen organizado, también filma el drama musical de romance y jazz, “Nueva York, Nueva York” (1977), con Lisa Minelli y crea la magnífica “Vinyl”, en parte prohibida, llevándose un chasco el propio Scorsese y Mick Jagger, que fungen como creadores de una sola temporada de10 episodios, con el nacimiento de temprano punk neoyorquino (el de Los New York Dolls) que molestó mucho a la industria del disco y que, de buenas a primeras, prohibió.
Bobby Carnavale como mandamás discográfico está de no creerse, como los personajes de “Empire”, con el magnífico Steve Buscemi, sin olvidar la trama del crimen con venganza neo noir de “Cabo de miedo” con el intenso y perverso, Max Cady (De Niro). Scorsese no le teme a nadie, ni al Gore, con Peter Bermuth, estrella del cortometraje “The Big Shave” (1967), con la mejor y más pervertida afeitada del cine. Seis minutos de metraje psicótico y la serie mini documental, “Supongamos que Nueva York es una ciudad” (2021), donde se deja explorar el humor excéntrico de la contadora de historias Fran Lebowitz, en historias citadinas, aparte de Hollywood a la italiana y par de grandes películas mafiosas, “El Irlandés” y “Los Asesinos de la Luna” cierran un importe ciclo.
Ambas cintas, la primera sobre la desaparición y asesinato de Jimmy Hoffa (Al Pacino) y los atolladeros del crimen político, sus mecanismos de poder y el principal sospechoso, Frank, Sheeran (Robert De Niro), en una crispante historia de poder, donde al reparto se suman los insustituibles Joe Pesci y Harvey Keitel. La segunda, la más reciente, “Los asesinos de la luna”, con De Niro, que repite lo mismo que Di Caprio y también con la inclusión de Lily Gladstone. La narración trata del descubrimiento de petróleo en Oklahoma y los subsecuentes asesinatos de los pobladores, hasta que interviene el FBI para resolver los crímenes. La historia se basa en el libro de David Grann, sobre miembros la nación Osage, bajo el ojo crítico de Scorsese que se detiene en unos brutales crímenes conocidos también como “El reinado del terror”.
Tres horas y media de intenso metraje, que casi dejó mudo al Festival de Cannes.