Los pudientes fans de Pink Floyd y los coleccionistas recalcitrantes del ahora trío (Gilmour, Mason y Wright) se despacharon con la cuchara grande: dos dobles del Live at Knebworth 1990 para llevar por favor. Uno para tenerlo sobre la tornamesa con el otro para guardarlo. El set doble de vinil, sacado de las cintas grabadas en la celebración de los Silver Clef Awards, en beneficio a la organización de musicoterapia internacional Nordoff y viene en vinil de 180 gramos, importado por Sony.
El director del Rock Progresivo en Expansión y Previsión Musical, Miguel Ángel Pichardo, ha manifestado que el boxed que incluye un booklet de 16 páginas y un corte de 45 rpm de calidad de audio, le puede dar cerrada batalla, aún hoy, a cualquiera de los santones míticos de hace 31 años, aún vivos: Paul McCartney, los Dire Straits, Genesis, Page y Plant y Eric Clapton, con los que se presentó como estelar del evento el “Rosado Floyd”.
Una decena de músicos especialistas acompañó a Pink Floyd en el concierto con una audiencia calculada de 120 mil entusiastas, que se transmitió a nivel mundial por MTV y cuyas ganancias permitieron la creación del BRIT School.
La ganancia para los fans está en siete canciones remezcladas por David Gilmour y Andy Jackson. Además, hay en el booklet de este álbum independiente ilustraciones nuevas de Aubrey “Po” Powell, con la anuencia de Hipgnosis.
La estrategia comercial, como siempre, incluye la versión en CD, el LP doble y las plataformas digitales, donde también están los antológicos dobles: The Best of Pink Floyd (a foot in the door) y The Later Yeard (1987-2019). El señor Pichardo recomienda siempre tener mínimo dos discos o más guardados y sin abrir, y el DVD o Blu-ray correspondiente.
Estudios realizados entre coleccionistas de progre revelan que una vez abierto el disco su valor se deprecia.
Se supone que los discos son para oírlos y, para ello, hay que abrirlos. Sin embargo, el ala conservadora de los coleccionistas sostiene que nunca hay que abrirlos y que tenerlos así les da un grado de status en redes sociales como Facebook, donde presumen su fetichismo en fotos. Las convenciones internacionales les proporcionan a los devotos de vinilos un grado de superioridad megalomaniaca, donde el podio más alto al que se aspira es presentar colecciones intactas de discos que nunca han sido abiertos.
Álbumes como los de Pink Floyd o cualquier italiano que trastorna al mexicano se pueden oír en las plataformas, en CD o en mini LP copiados. La sociedad blindada de coleccionistas hace un llamado a no caer en la provocación de abrir el disco y luego volverlo a sellar mediante el retractilado. En este sentido a todos se puede engañar, menos al mexicano.
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