Personaje irrepetible en los anales del rock mexicano, como músico y cantante, y mánager de varios grupos del México setentero, publirrelacionista, promotor, director de la revista Pop, productor de programas de rock como Viernes, del canal 13 y organizador de Avándaro en lo tocante a los grupos que participaron aquel 11 de septiembre de 1971.
Armando Molina, cargando sus 73 años, se fue al cielo del infierno ayer viernes en Hermosillo, Sonora, donde residió con su familia en los últimos tiempos en que libraba varias batallas contra el cáncer que lo aquejaba y otras calamidades más.
Fue pionero del rock mexicano y fundador de la Máquina del Sonido, con la que se atrevió a hacer el cover de “In a gadda da vida”, de Iron Butterfly y también covereó a Arthur Brown, con “Fuego”.
Entre sus hazañas más conocidas está el “robo” (fue un préstamo) de un gran piano de cola, que sustrajo de los estudios de Sony, en Naucalpan, para una de sus tocadas. Aunque lo regresaron sano y salvo, eso le valió a la Maquina del Sonido su carta de retiro.
Muchos documentales: el de Alfredo Gurrola, los de Tres Tristes Tigres, In Memoriam… de su participación en Avándaro han quedado en el registro histórico del festival que cimbró a todo México y la toma del poder de muchos jóvenes que fueron, cuando el legendario Ricardo Ochoa, una de las personalidades vigentes, dio el tradicional grito de “chingue su madre el que no cante”.
Luego vino la mayor castigada que tuvo nuestro rock de parte de los que detentaban el poder en ese entonces. Sin embargo, para todos tuvo Molina, que siempre en septiembre se encargó del ritual de recordatorio y posteriores celebraciones del festival que logró congregar a más de 300 mil almas, cuyo pecado es que eran jóvenes.
Armando fue de todo con y sin medida a la hora de celebrar los aniversarios de Avándaro puntual, cada año, Son famosas sus puestas en escena desde una legendaria en el teatro Metropólitan, hasta la del Hard Rock Café, donde congregó a estrellas que estuvieron y lo que nunca llegaron al festival, con mentiras famosas como la del brujo, Javier Batiz, que dijo que no pudo llegar porque las calles del pueblo estaban muy angostas para su limusina.
En su momento álgido de promotor, Molina mitificó a grupos como El Ritual, Los Dugs Dugs y el Three Souls.
Le dio su primera actuación en el rock a Jaime Almeida, y luego éste, solapado por Luis de Llano, se adjudicó la organización de Avándaro, hasta que Dios o el diablo lo castigaron.
También participo en la película documental Gimme the power, y apareció al lado de Ron Wood en el filme de los Rolling Stones, Olé, ole, olé.
Se vistió de egipcio y pirata del Caribe con alineaciones de buenos músicos, tratando de revivir a la Máquina del Sonido y dejar, por lo menos, un par de discos que desafían todas las leyes habidas y por haber en el mundo de Kundalini, su mundo. Saúl Soto, uno de sus mejores amigos, guarda material de algunos de sus imposibles conciertos en directo. Ojala y salgan ahora.
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