El cine negro, fuertemente influenciado por el melodrama, fue bautizado primeramente así por los críticos franceses. Sus películas se caracterizan por un alto contenido de violencia que no es sólo exclusivo de buenos y malos, sino de situaciones de extremo, dentro de un contexto de novela noir sobre tipos duros, no importando el bando en que se esté.
La primera cinta, considerada como predecesora del género, es El halcón maltés, de John Huston. El noir mexicano tiene como ejemplo cintas que a lo largo de los años se han vuelto clásicas como Víctimas del pecado (1950), de Emilio “Indio” Fernández, que retrata como ninguna el universo del padrote abusivo, o La noche avanza (1952), de Roberto Gabaldón.
A estas clásicas se suman En la palma de tu mano, Ensayo de un crimen, La huella de unos labios, Hipócrita, Vagabunda y Camino al infierno, donde el mal tiende a contaminarlo todo. Se supone que Netflix tiene un anexo para poder verlas.
Tal vez la más redonda sea Víctimas del pecado: un cabaretucho de barriada con su “centro nocturno”. La cinta fue fotografiada por el siempre eficaz, Gabriel Figueroa, que logra una serie de acertados y eficaces encuadres de antología (que homenajean al Puente de Nonoalco). No faltan muchos momentos buenos de humor involuntario, cortesía del pachuco Acosta y diálogos inimaginables del villano, que presume varios idiomas, al darle conejos a una fichera fuera del cabaret, hasta decirle cómo caminar para atraer a los clientes.
El éxito inusitado que obtuvo la cinta en Francia y Bélgica, habla muy bien del talento de “Indio” Fernández, en medio de ambientes sórdidos que le valieron dos nominaciones al premio Ariel.
Es increíble la poca confianza que le han dispensado las plataformas a esta gran película, sin embargo se puede ver con una calidad asombrosa en YouTube, lo mismo que en el Canal 22. No lo duden: se trata de una de las mejores películas del cine nacional, además de notable ejemplo del noir mexicano. Donde el que la hace, la paga.