Ni en los arranques del cómic en su época de oro, ni en la era del serial cinematográfico había sucedido que los superhéroes más chafas del gremio tuvieran, aparte de tirajes casi surrealistas, películas de sus personajes y alianzas inimaginables con otros “superhéroes”.
Por eso, para salvar el otro cine, el pensante Martin Scorsese y algunos aliados se han lanzado abiertamente contra ese tipo de cine que prolifera como las ratas. Como bien apunta el director de Buenos muchachos, Casino y El irlandés, entre otras, la cultura cinematográfica está en peligro, porque habrá generaciones (sobre todo en esta época de redes sociales y celulares irredentos) que piensan que el cine sólo son superhéroes con historias bofas, que es precisamente los que están proponiendo sus argumentos blandengues.
El cine según Scorsese tiene que ser salvado, aunque, tratándose de la camada Marvel, hay pocas cosas que se amparan de la hegemonía impuesta en el gusto por las creaciones de la Marvel, por eso dice que los contenidos de estas películas parecen estar hechas por una especie de inteligencia artificial en serie. Aparte de un consumo irreal y repetitivo, difícil de rechazar porque vienen acompañadas de una gran cantidad de merchandise, estas cintas se están volviendo repetitivas hasta el cansancio.
Netflix, la plataforma líder en estas nimiedades perfectamente estructuradas para vender, se está olvidado de comerciar otra clase de historias con verdaderos contenidos.
El autor de la reciente Asesinos de la luna, próxima a estrenarse, en aras de “salvar el cine, bajo su propia óptica”, está dispuesto a todo con tal de preservarnos de los héroes en serie que propone Marvel, el gremio fiel a la repetición de personajes y tramas tan increíbles como banales.
Ante las sagas ya vistas y las que ya no tardan, Scorsese cierra filas con la película de Chris Nolan, Oppenheimer, que es como un salvavidas en el terreno de la repetición de argumentos e historias, de superhéroes conocidos y por conocer.
Por el momento, para Scorsese, que ha mostrado en su desnudes intelectual a Bob Dylan con Rolling thunder review y No direction home, además de una laureada y premiada serie de Blues. Todo apesta a más de lo mismo con Spider-Man, Black Panther y varias más, que representan un reto para verse, porque los argumentos, de tan gastados, parece que ya no dan para más. Es como pedirle a Indiana Jones que corra en estos octogenarios tiempos.
Los merolicos al servicio de la Marvel propulsan las bondades y el entretenimiento de este tipo de películas. Sin embargo, no hay que dejarse seducir por las voces autorizadas y pagadas de este tipo de cintas, ni por los premios para convencer.
Kevin Feige, presidente de Marvel, ya ha sacado las uñas para defenderse y, en aras de amasar más millones de dólares, defiende a los mamotretos voladores, naves y vengadores, para que protejan el predominio impuesto por ese tipo de filmes que, de tan fantásticos, acaban aburriendo. Conocidos y desconocidos, están consiguiendo perpetuarse en el concepto de superhéroes, influyendo y creando en toda una generación galáctica, que no consume otro tipo de cine.
El oficio de hacer buen cine está siendo vilmente banalizado por corporaciones como Marvel, que no les interesa otra cosa más que las ganancias brutas que reditúen sus personajes, ya sea en solitario o en manada. ¿Qué sería la vida sin Spider-Man, El Capitán América, el Dr. Doom, Deadpool, La Viuda Negra, Loki, Nébula, Wolverine, Dr. Octopus, Dr. Strange, Namor, Hulk, Black Panther, personajes LGBT+, y protagonistas varios, ¿franquicias y ejércitos que se acumulen esta semana? Ojalá y Dios nos agarre confesados. pepenavar60@gmail.com