Sin el menor problema y también sin miedo a las consecuencias, el comando troll de Internet penetró en una de las tantas lenguas de lo que queda de los venerables Rolling Stones (su sitio IORR, por aquello de es sólo rock and roll) y encendieron la mecha de la discordia provocando que ya no se toque más “Brown sugar”.
La discutible rola, entre otras muchas, inspirada en la relación de Jagger y sus novias de color, con referencias a la esclavitud, se ha vuelto un eufemismo con que los Rolling, los amigos del diablo, callaron y acataron a algunos inquisidores anónimos.
Paul McCartney, incitando a las fuerzas trolls Beatles en las redes, ha dicho que los Stones “son una banda de versiones de blues”, curándose en salud y diciendo que no estaba muy seguro de decirlo.
Ya antes había soltado la lengua en el Howard Stern Show, afirmando que el ahora trío “tienen sus raíces en el blues, cuando escriben cosas, tienen que ver con el blues. Los Beatles tenían un poco más de influencias”.
La respuesta jaggeriana fue: “Una banda tiene la increíble suerte de seguir tocando en estadios, y la otra no existe”.
Mientras siguen y seguirán los dimes y diretes, y el Let it be de Peter Jackson parece que ahora será serie de episodios (con posible estreno el mes entrante), la edición Super Deluxe ronda en su versión más acabada los 5 mil pesos, en Spotify es gratis, su gran carga de chunches.
En realidad, ¿vale la pena comprarlo, cuando se puede conseguir en diferentes versiones físicas de CD, hasta por 100 pesos? Y los problemas subsecuentes y especulaciones no paran: si se abre el boxed, sobre todo en su edición de vinilo, ¿cuánto se deprecia?
Bueno, hasta el ala más conservadora de coleccionistas, esos que compran discos en todas sus versiones para sólo almacenarlos, ya se la están pensando, mientras las discusiones no paran en el espectro de tan sólo comprar para guardar, sin oír.
Al respecto, el afamado dibujante Robert Crumb, padre del comix underground, creador de Mr. Natural, Fritz El Gato y las mujeres más piernudas de su universo voluptuoso, ha sentenciado que “coleccionar discos es de cobardes”, en un contexto donde la moda del vinilo parece no detenerse, aun con sus altísimos y muchas veces inalcanzables precios.
Pero los anticuarios del disco no piensan lo mismo. Mercaderes, que no son conocedores, imponen sus reglas y precios en busca de incautos nacionales y, antes de la pandemia, viajaban a importantes convenciones de vinilos, llevando ejemplares de mitos mexicanos, por los cuales se pagaban millonadas.
Ahora que los tiempos han cambiado, ya no saben si vender a la menor provocación, bajar los precios, o seguir añejando álbumes, que cada día se están volviendo más accesibles en otros formatos y con mejor sonido y durabilidad.