En 1997 llegaron a México, por vía de la Editorial Valenciana Midons, algunos libros que exploraban la terminología y aplicaciones del llamado Cine de culto.
El director de la colección, Manuel Valencia, parte fundamental del buceo de ese cine tan especial: publicó en total 13 ensayos sobre el nuevo culto en el cine, que dejaban a un lado las apreciaciones del mentor de ese cine, Danny Peary y sus tres volúmenes de ensayos sobre el cine raro, dormilón y de alarido. Como siempre pasa: vendrán luego los remordimientos y golpes de pecho en el terreno de las omisiones. Imposible de creer que no este, por ejemplo, la película más cultista de todos los tiempos, El show de terror de Rocky; pero así pasa.
Aun así, lo publicado no es nada despreciable, a juzgar por críticos y expertos abiertos a otro tipo de experimentaciones cinematográficas. La colección —muy cotizada ahora— arrancaba con Reservoir dogs, a cargo de Francisco Plaza, y llegaba al cabalístico número 13 con Dark city, de David Gómez Panadero. En medio había de todo: Alien (de Jorge Riera), Terciopelo azul (de Francisco Plaza), Pink flamingos (de Alex Mendíbil), Blade runner (de Juan Campos), Posesión infernal (de Carlos Álvarez), La noche de los muertos vivientes (de Borja Crespo), La cosa (de Ángel Salas), El resplandor (de Pater Lardín), La matanza de Texas (de Manuel Romo), El planeta de los simios (de Santi Hernández) y Terminator (de Juan Campos).
Sus historias de orejas cortadas, extraterrestres nunca imaginados, comida gourmet con excrementos; cabañas infernales, la zombiemania desatada, crímenes gloriosos con sierra caladora, ejercicios y puestas en escena de mal gusto; ciudades extrañas, el futurismo del cine negro, cosas venidas de otros mundos y demás, inmediatamente ubicaban al espectador a experiencias insólitas.
Cada volumen viene con varios índices: de películas citadas, onomástico, bibliografía y profusamente ilustrado. El precio de cada librillo rondaba en ese entonces (1997) sobre los mil pesos mexicanos al amparo de nombres como John Waters, Quentin Tarantino, John Carpenter, Ridley Scott, David Lynch, John Cameron, Jorge A. Romero y varios santones de la especialidad, esos que pesan.
Con la irrupción del Internet en 1983, la cosa cambió drásticamente con los manejos de la cultura, la apreciación de películas y nuevos cultos populares, polémicos y controvertidos, que se sumaron a los conocidos hoy en día, donde aparecen los ritos iniciales de las primeras oleadas del cine de culto. El mexicano, también ha hecho aportaciones al culto con notables cintas como El esqueleto de la señora Morales, de Rogelio Gonzále;, hasta las mitificaciones de luchadores actores (improvisados) como El Santo.
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