La simbólica película de la punkería mexicana desbordada, llevada al realismo fantástico hiperviolento y tenebroso; atacada sin piedad en su momento por la crítica, prohibida de la cartelera de 1980 y doblemente macheteada por Jorge Ayala Blanco, que la volvió de culto, cumple 40 años.
Los que la vieron primero en casi inconseguibles VHS y luego en los DVD importados, ya sólo la esperan en Blu-ray.
Toda una época en la que este tipo de cine de violencia exacerbada, era perseguido y acosado por las buenas costumbres cinematográficas mexicanas y finalmente condenado al patíbulo en una cruzada por defender la moral nacional. Su director, Francisco Guerrero, le dio rienda suelta a una caterva de punks mexicanos inexplicables, alejados de la realidad de los Ramones y Sex Pistols.
Y no sólo eso sino que se consiguió un reparto esperpéntico de alarido en el populacho: Juan Valentín, Juan Gallardo, Ana Luisa Peluffo, La Princesa Lea, Martha Elena Cervantes, Rosita Bouchot, Olga Ríos, Tito Guillén, Laura Tovar, el luchador: El Fantasma, Blanca Nieves y punks aztecas, en una trama que admitía de todo, hasta un ritual satánico y varias violaciones perversas.
Había monjas asalta bancos con metralletas, motos esotéricas, desnudos absurdos y violencia inaudita en una especie de Mad Max Z rural. Cada “punk” fue libre de buscarse su look de pelos parados multicolores y estrafalarios que dejaron sin aliento a muchos, en medio de un soundtrack dantesco orquestado y actuado por Charly Hauptvoguel, baterista del Three Souls in my mind.
Fue tal la violencia que, años después, Damián Acosta, por clamor popular hizo la secuela: La venganza de los punks (que estuvo enlatada) donde los sobrevivientes escogidos de la furia policiaca de mi comandante, Juan Valentín, reciben su merecida muerte de las formas más violentas, inimaginables y exageradas. Bueno, hasta acaba masacrado Juan Moro Ávila, el “supuesto asesino” de Manuel Buendía.
Contra lo que pudiera creerse en cuestiones personales de venganza, y a pasar de la crítica de Ayala Blanco que, despectivamente la tituló “La salvajadita exterminadora”, en su libro La eficacia del cine mexicano, Juan Valentín actuó conforme a derecho en una venganza justificada con creces, porque los punks agarraban parejo con niños y adultos que, sin juicio ni piedad, eran ametrallados.
La comisión de los Derechos Inhumanos justificó en aquel entonces al policía mexicano al que le violaron con saña a esposa e hijas, para luego matarlas delante de él.
Durante la filmación Valentín reía y les decía a los punks: “¿A ver cabrones, cómo quieren morir? Como usted diga y mande, mi comandante, le contestaban.
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