Vaya, por fin un libro bien documentado y excelentemente versado que recoge las vivencias de este espacio cultural urbano sabatino, basado en un recorrido profesional comandado por Julie-Anne Boudreau, que tuvo que convencer a la mismísima Universidad Autónoma de la Ciudad de México (especialista en negar no sólo al rock, sino al cine; con un equipo de burócratas expertos en no trabajar).

Varios autores, de los que pesan en el medio, han ordenado testimonios decisivos en reveladoras entrevistas, con su respectiva sistematización. Las fotografías que apoyan los textos han corrido a cargo de especialistas de la lente como en ningún otro texto similar.

Los socios para la aventura histórica literaria son el Instituto de Geografía, Tryspace, el propio espacio cultural del Museo y Arte Obrera.

El tiraje de lanzamiento (200 insuficientes ejemplares, han tenido que aumentar debido a la demanda de información, a un precio por el que vale la pena sacrificar algún vinilo, de los muy buscados o rarezas que se le parezcan). Los personajes acogidos por su credibilidad se definen por sí mismos.

El prefacio y la introducción de este espacio cultural único y de contracultura muestra todos los caminos que se pueden seguir a través de su lectura y un avispado contacto entre jóvenes melómanos y coleccionistas.

Futuro, presente y pasado están reunidos en personalidades variadas, pero conocedoras del fenómeno de reinvención. Hay quienes, sin el sabatino recorrido, a pesar de sus conocimientos como coleccionistas, melómanos de cepa, poseedores de “tesoros”, aparte de presumidores profesionales, no serían nada sin su fin de semana.

Algunos hasta escritores han resultado y otros “consultores”, pero analfabetas funcionales han derivado a influencers, sin haber ido a la escuela, y eso lo saben bien. En cambio, personajes como Toño Pantoja (el verdadero fundador del Chopo), Javier Hernández “Chelico”, Abraham Ríos Manzano, Federico Arana, y otros ya idos, como El Capitán Pijama, Juan Heladio Ríos, Armando Molina, al lado de muertos que no hacen ruido porque no tienen nombre, son más que felices y tan conformistas que, con una foto del celular, ya se sienten pagados.

Por eso es tan prolifera la generación espontánea de millennials, y los que hacen “documentales” patito con los smartphones,, son de los que le quieren explicar el Chopo hasta a los fundadores.

Fenómenos como los de Ávandaro son la razón de vivir de unos pocos y de los que premian con medallas conmemorativas, es pertenecer a ese especial árbol genealógico de nuestro rock.

Todas las identidades se dan cita en las páginas de este libro fundamental, que pocos se van a atrever a leer, porque lo importante no son las palabras, sino la eventualidad de la foto.

Todas las historias de hombres y mujeres están presentes, así como los mapas, los chismes, las leyendas, sus santísimas vírgenes del progresivo, del metal, trash, punk, new wave y variaciones del alternativo y el indie, desde el sábado 4 de 1980 en que arrancó, después de un azaroso recorrido, batallas (como la de Oyamel), para llegar a asentarse en Aldama, entre Sol y Luna. Todos firman los sábados para que sea considerado como un espacio cultural en la CDMX.

Cada quien se reconocerá en las fotos y podrá dar testimonio de su papel en el recorrido por el tianguis (ahora más bazar, que nunca) y las tocadas de Radio Chopo, donde se han parado propios y extraños.

Mapas, árboles genealógicos, rostros institucionales, el advenimiento en la era digital, santuarios en una época más allá de la nostalgia del objeto adorado, la bisutería y los libros que ahí se han escrito sobre diversos temas y el anarco-punk, con referencias, entrevistas, que vienen en una espléndida bibliografía, con su lista de quién es quién.

De ahí la validez del libro, que ronda los 200 pesos.

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