Tediosa serie documental de cinco eternos e insufribles episodios de true crimen, a la mexicana, sobre el asesinato y las diligencias de la ley vuelta burocracia aplicada, sobre el disque más popular comediante de la televisión mexicana de nivel muy sospechoso, Paco Stanley.
Todo el mundo mete su cuchara, opina y casi dicta sentencia sobre quien mató al “Pacorro”, en una intriga de tres pesos. Su “profunda” investigación mete la opinión de muchos entrevistados dudosos sobre los principales motivos del crimen y la cultura devaluada del medio del espectáculo.
Las imágenes reales del ajusticiamiento del egocéntrico Stanley, afuera del restaurante el Charco de las Ranas, en el Periférico Sur, nunca se muestran, sino nada más se sugieren en tomas idénticas.
De pena ajena las declaraciones y participación de gente como Benito Castro, Brenda Bezares (la esposa del luego principal sospechoso de haberle dado ¡cran! al abusivo Stanley), Luis de Alba, la edecán Paola Durante, el dueño de TV Azteca, Ricardo Salinas Pliego, el pobre diablismo envalentonado del manoteador de escritorio, Jorge Garralda; las disparatadas teorías de Álvaro Cueva, la ineptitud del fiscal en turno encargado del caso, Samuel del Villar, y un gran desfile de personajes como Lilly Téllez.
También sale a balcón el “mienta madres”, Alfredo Adame, mientras policías, ladrones y políticos como Cuauhtémoc Cárdenas, pasan aceite en las reiteradísimas “investigaciones”, con todo y la llegada de la democracia en el México del 2000. También dan su opinión la comediante Sofía Niño de Rivera y Emilio Azcárraga.
El público televisivo seguramente ríe a rienda suelta al enterarse de que Álvaro Cueva, dice que (la serie) “es lo más valiente que ha visto en su vida” y mete al ajo hasta personajes de Los Simpson. Otros dicen que trasciende como crónica social, análisis insólito y posibilidades de narración en un registro donde se ventilan las muchas aristas de cómo se llevó a cabo el homicidio.
Mientras tanto, embarran a Mario Bezares, “Mayito”, que no la ve llegar de tanto arraigo e interrogatorios.
Ahora sí que se pasó su perpetrador, Diego Enrique Osorno, el de 1994, sobre Colosio, en esta pesada intriga policial y retrato de personajes que se agotan rápidamente.
Pobre Mario Bezares, debe haber sido un terrible fastidio no sólo aguantar al pesado de Paco Stanley, sino humillarse diariamente ante el público manipulable del estudio y luego a la filtración de las imágenes del show, pero él acabó buscándoselo a base de bailes horribles, vergüenzas sin límite y sometimiento por parte del excesivo Stanley. El “Baile del Gallinazo” es ejemplo de degradaciones en estado puro.
Se especuló que el asesinato del comediante y conductor, el 7 de junio de 1999, tenía relación con el narcotráfico y a “problemas personales”. Una gran cantidad de gente fue embarrada, intencionalmente, en uno de los casos más dantescos del mundo de la tv.