Mucho antes de que estallara la pandemia, en la red mayor de cuchicheos, los rumores institucionales y las noticias falsas, Facebook, comenzaron las nominaciones, los desafíos, las provocaciones, los retos y demás formas de probar erudición en el mundo que muchos llaman la “sabiduría inútil” del rock.
Con la consigna de ¿A ver qué tanto sabes de discos?, muchos comenzaron a participar en cosas como: “Los 10 discos que marcaron mi vida”, “Los 20 discos de rock en español que influyeron notablemente en mi gusto musical”, “Los 10 discos de rock progresivo que me llevaría a una isla desierta”, “Los cinco discos a los que les tengo prendida siempre una veladora”, y así por el estilo.
Obviamente páginas y muros como Los discos fundamentales del rock mexicano, Los discos ornamentales, Los discos por los que pagué una fortuna y ahora nadie los quiere, Los 10 discos que resultaron una llamarada de petate y otras, sembraron la incertidumbre entre los melómanos serios y los vaciladores.
La cosa, lejos de parar como una simple moda, se multiplicó y muchos de los participantes; los de bastas colecciones, comenzaron a presumir sus proezas discográficas, sus adquisiciones y, pavoneándose en la red, contaron historias de cómo consiguieron algunos vinilos que, para Indiana Jones, serían el Santo Grial. Se dice que las carcajadas por lo contado, en algunos casos, retumbaron hasta Alaska.
Y no sólo eso. Algunos aprovechando el Feis, crearon paginas didácticas de cómo añejar long plays. También dieron consejos de cómo comprar discos para nunca abrirlos y así cotizar más sus colecciones y hasta una serie de tips para mantener sus vinilos preservados contra cualquier clase de adversidad que pudiera en un eventual caso, dañarlos.
Los coleccionistas más imaginativos, los del rock progresivo, mantienen hasta la fecha sociedades secretas de culto a Pink Floyd, King Crimson, Camel, Genesis, ELP; los que probaron en progre sinfónico y neoprogre, se reúnen, por lo menos una vez a la semana (aunque ahora virtualmente) para presumir entre ellos sus nuevas adquisiciones.
Su status de raza superior se manifiesta por fotos y fotos que suben del mismo disco en diferentes versiones, acompañados de peroratas eruditas que, la verdad, a nadie le interesan, más que a ellos mismos. Gracias al Covid 19, se han vuelto celebridades en un portal donde las publicaciones duran apenas unos minutos, antes de desaparecer. Ni los 15 minutos de fama de Andy Warhol.
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