Increíble lo que uno puede hallarse en el rock, desde discos que son una verdadera rareza, hasta reconocimientos insospechados de rock yugoslavo, progresivo y psicodélicos setenteros, muertes anunciadas que confirman que The Jam era un grupo poco reconocido fuera de Inglaterra, y cuyo baterista, Rick Bucler, acaba de morir entre el pop y la new wave, con un récord imbatible: seis discos de estudio y montones de sencillos exitosos, producto de la inventiva de Paul Weller, elogiada por NME.

También hay reconocimientos tardíos que ya no sirven para nada, como considerar a The Jesus and Mary Chain como la mejor banda que logró reinar en varios países sin memoria musical.

Algo que suena a mentira descarada es el llamado “Último concierto de su carrera” en la trayectoria bien respetada de Black Sabbath. ¿Cuántas vecen han dicho eso y luego vuelven? Cientos de veces.

Sin embargo, alguien que sí quisiéramos ver es a la setentera italiana Ornella Vanoni, con todavía una voz despampanante, no las barrabasadas de Peso Pluma y tumbados que andan por ahí.

Mientras, hay algunos que todavía suspiran por el “Over at the Frankenstein Place”, de Richard O’Brien, o las canciones de Jessica Harper y el Shock Treatment y el Little Black Dress, sin pasar por alto “Stagger Lee”.

Y qué decir de la portentosa voz de Chita Rivera en los matices del jazz, que pocos han oído, como la de Dion interpretando “Little Miss Blue” y “Somebody, Nobody Wants” de la colección de singles de Laurie Records.

Lo que nos ocupa en este momento es quién morirá esta semana, que, de hecho, ya están muertos, pero que no se han dado cuenta, como ocurre frecuentemente con nuestro rock mexicano que, la verdad, a muy pocos les interesa.

Esta semana acaba de morir Roberta Flack, la Diosa del soul, que mató a muchos suavemente con su canción y la que ahora será honrada por legiones de fans que siguieron su trayectoria durante los 88 años que vivió.

Al mismo tiempo se afianza el concepto de Boiler Room, del sonidero mexicano que está muy lejos de morir y menos ahora que está recibiendo una especie de segundo aire con este boom de música electrónica con la que el barrio popular de Tepito está renaciendo.

Todo es tan inesperado que ya no sorprende a nadie este ritmo nativo de uno de los distritos más populares y peligrosos de la CDMX, que también opera como cantina de barriada amenizado a todo volumen por la popular Changa y el sonido Pancho.

Y qué decir de la imbatible Polymarsh cultura, que por poco cargan con un escenario similar al de sus Satánicas Majestades, Los Rolling Stones ¿Tan mal estamos sonideramente hablando? Pues, al parecer, sí.

Porque no se trata nada mas de socializar, hacer comunidad y destrampe cultural con DJ de quinta o improvisados, sino de todo un movimiento que genera buenos dividendos con la chelería indómita y el turbo-sonidero a volumen demencial.

Recuerden, siempre hay que tener a alguien que guarde las espaldas del artista, si no pregúntenle a Jeff Rosen, el hombre que trajo a la vida nuevamente a Bob Dylan.

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