No se sabe si tendrá algo que ver la pandemia pero, ante la previsible oferta de las plataformas, donde es difícil encontrarse con algo diferente en cine nada convencional, más que lo obvio, queda la opción del mercadeo subterráneo casi liquidado ya en el fantasmal del barrio bravo, o dando patadas de ahogado en lo que queda de espacios alternativos de venta o intercambio.
Lo que en los años 60 era conocido como Serie Z, dentro de los cánones del bajo presupuesto cinematográfico que, pese a sus actores casi desconocidos y guiones un tanto mediocres, arribaron por otras dudosas triquiñuelas al membrete de cine de culto, es el que, desde la oscuridad, sigue dando señales de vida para los que quisieran no sólo saber sino ver un cine ya prácticamente extinto.
Prácticamente todos los géneros y sobre todo los que tienen que ver con el horror, lo fantástico, lo endiabladamente retorcido; los thrillers que lo tienen a uno al borde del precipicio, el naciente cine de asesinos en serie y los nuevos monstruos frenéticos, remiten a los que por primera vez descubren esta inagotable veta de sorpresas.
Sobran los ejemplos: insólitamente en Brasil todavía es posible ver que Jose Mojica Marins con su colección de Ze do Caixao, esté anormalmente sana, con nuevas versiones llenas de bonus para los interesados.
Lo mismo aplica para el padre del genero zombi, George A. Romero, más allá de la trilogía de los Muertos vivientes: La noche, El alba y El día.
Entre el gore salvaje y la serie B a la Z, hay todavía buscadores del par de NEKRomantics del alemán Jorg Buttgereit, obra cumbre del cine desagradable y extremista con la sangre.
Los bonus que incluye la segunda son hemoglobinicamente provocadores en extremo.
En ese sentido y a manera de guías, hay por lo menos media docena de documentales que remiten a las películas clave, al borde del cuchillo cebollero, el hacha diabólica, las tijeras de jardín y la guadaña.
Un ejemplo mítico es The burning y la oleada de entregas de esa salvajada llamada Guinea pig, más muchos filmes trucados que los han hecho pasar por Snuff Films.
Directores perturbadores como John Waters, Hershell Gordon Lewis, Rugegero Deodato, Olaf Ittenbach, Lucio Fulci, Takashi Miike, Shinya Tsukamoto y muchos más siguen siendo, como el oro, garantía de furias desatadas y encandilamientos modernos de la Serie Z que, por supuesto, no están en Netflix, aunque deberían.
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