Películas de rock hay muchas pero reales y anecdóticas muy pocas.
Algunos de estos filmes llegan al culto, no sólo por su originalidad, elenco, historias y enseñanzas para quien toma el camino del rocanrol, como forma de vida. Claro, como toda carretera formada en el decibel, hay ciertas reglas que muchos aspirantes a rockstars deberían tener en cuenta para no morir al primer intento.
Esta particular mitología de dioses y mitos del escenario, muchas veces no se lee en los libros: se ve como películas de texto, para estar truchas con toda la maquinaria del rock-bizz que, como da, quita. Sin embargo, hay algunos grupos y solistas, cuyas vivencias dentro y fuera de los escenarios (groupies incluidas), no han podido ser mejor retratadas en un puñado de cintas claves como seguro de vida para los músicos.
Una de ellas es: Rock star, (2001), de Stephen Harek, protagonizada por Mark Wahlberg. Que es un fan recalcitrante del grupo de heavy Steel Dragon. Tan obsesivo, que hasta tienen un grupo tributo.
Cuando el vocalista de la banda original decide irse, viene el consabido casting para escoger nuevo cantante. El cual gana y con ello, viene el éxito, los conciertos, la fama y la posterior caída, porque hay reglas.
Una cinta de rock y lección de vida, bastante disfrutable.
En 1984, Rob Reiner, dirige la mitológica cinta This is Spinal Tap, una de las bandas más ruidosas de la historia en el sedimento del heavy.
Este mockumentary es la mejor parodia hecha sobre un grupo que tuvo que ser inventado para revalorizar la desastrosa y retorcida vida de la banda en su primera gira americana.
Una película que se burla de todos los tópicos rockeros y, de paso, le clava un merecido puñal a la industria.
Llena de malos polvos, locura, sexo a mansalva, amanecer del punk, disco music, y vómitos de hip hop, la serie sólo llegó a una temporada porque atemorizó a la industria que le ató las manos a HBO para una segunda temporada.
Se trata de rocanrol, narrado por los tiburones y godzillas del negocio entre ellos Richie Finestra (Bobby Cannavale), que preconizan sobre la peligrosidad de la música cuando casi nacían comercialmente Los New York Dolls. Esta serie fue para Scorsese y Jagger, un cerrón de puertas y, al mismo tiempo, una cobardía manifiesta de la timorata industria de la música en ese tiempo. De plano, no se las pierdan.