Se destapa una de las tantas cajas de Pandora del rock: tres nuevos temas de los a punto de la tumba, Rolling Stones, son dados a conocer, como preámbulo a su, ahora sí, última gira, a menos que el diablo disponga otra cosa.
Se trata de “Criss cross”, “All the rage” y “Scarlet”. Lo curioso de este concluyente tema es que en él suenan los solos de guitarra del capitán de Led Zeppelin, Jimmy Page.
La legendaria Wrecking Crew, de la que se cuentan sus hazañas musicales en el rockumental del mismo nombre, vuelve a ser tema de conversación, cuando el estudio de grabación era todo para la confección de hits en la radio. El baterista, Hal Blaine; la bajista Karol Kaye; el guitarrista Tommy Tedesco y otros músicos de sesión que luego fueron estrellas como Glen Campbell, Leon Russell, rifaron para varios patrones y padrinos del rock.
Entre sus clientes figuraron: Simon & Garfunkel, The Monkees, Frank Sinatra, Elvis, Jan & Dan, Sonny & Cher, Paul Revere and The Riders, The Byrds, The Beach Boys y otros tantos. Ahora se sabe con precisión lo que hicieron, con la venia de Brian Wilson, en el multicelebrado Pet sounds, donde, eso sí, los Beach Boys restantes, pedían permiso para ver a la Wrecking en acción.
La pandemia que aqueja al mundo ha retrasado el estreno (que se presume será virtual) del nuevo documental de Peter Jackson The Beatles: Get Back, con un metraje de casi 60 horas halladas, en condiciones muy misteriosas y con risas de ocasión a pesar de la oscura presencia de Yoko Ono.
Jackson trabajó durante el confinamiento y dice que encontró material gélido y candente.
Bandas sin nombre, desposeídos del rock-bizz y reyes por un día del rock mexicano, usan como pueden, y cada quien para su santo, las redes sociales para estrenar sus canciones y videos, tirar rollos al aire en entrevistas fantasmas y cruzar los dedos para que alguien, además de ellos, los vean en YouTube. Con ayuda del enemigo (las propias redes sociales), lanzan sus penas al viento.
Las plataformas digitales, en ese sentido, si pueden, les quitan un poquito de sangre para que su sacrificio sea pleno. No hay tocadas, menos conciertos, no hay discos físicos, todo está subido (y la mayoría perdido) en las redes y lo peor: nadie quiere pagar nada que no se pueda tocar, en sentido literal.
Sin embargo, la vieja escuela del vinil sigue con pequeños tirajes de álbumes alimentando el coleccionismo que no para y que tiene al CD como aliado para abatir los precios de la música.
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