Hace nueve años murió Jesús Bojalil, dejando un legado electrónico formidable, muy adelantado a su tiempo.
Antes de que Jesús se convirtiera en el legendario Capitán Pijama, conviene decir que fue el hijo de otro magnífico cantante y compositor romántico mexicano: Chucho Martínez Gil.
Como fundador de los legendarios Pijamas a Go-Go, el Capi (donde militaron Guillermo Santamarina “Tín Larín” y Apodaca) hizo su debut y despedida en la vieja librería Gandhi, habilitada como teatro y lugar de rock.
Más tarde, en la mítica Carpa Geodésica de Insurgentes Sur, se convirtieron en el multifacético Escuadrón del Ritmo, abriendo los conciertos de Chac Mool.
Su paso por diversas agrupaciones electrónicas y avant-garde, antes y después de Las Pijamas, lo convertirían en músico, ejecutante y productor, bajo el nombre de Pijama Jalabalú.
Combinando su trabajo musical, fue también periodista en varias publicaciones (a él se debe el mitológico texto: La Batalla de Oyamel, donde se enfrentaron los asiduos del Chopo y la peligrosa banda de asesinos y secuestradores del Nopal) y reportero en la revista Interview, hasta que colgó la pluma para dedicarse nada más a la experimentación electrónica.
Tras de sí quedaron muchos grupos en los que participó como Size, integrantes de El Queso Sagrado, Como México no Hay Dos, Dr. Fanatik, Groovy People, and the Love Freaks y otros más distinguidos clásicos como Klause Schulze, Brian Eno y Tangerine Dream y NEU, que lo influenciaron.
Trabajó e innovó constantemente y fue uno de los primeros en hacerse de una buena cantidad de sintetizadores y cajas de ritmos.
Alejado de los muchos grupos en los que participó, Pijama, más cerca del rock progresivo que del pop, defendió el galardón de neoprogre con tan sólo su jerarquía y grado en el ejército del progresivo: Capitán.
Contra todo pronóstico, confeccionó más de 70 compactos desde la significación musical, hasta el diseño de sus portadas y canciones.
Con las puertas cerradas a su música, tuvo que emigrar a Los Ángeles, California, para crear conceptos únicos como “Sinfonía Sideral 1 El Mexicadomicron” (Libro de las Profecías Relativas), “Nunca por idiota”, “Nada por aquí, nada por allá, “Intriga en Acapulco”; “No seas pinche payaso”, “En busca del átomo relleno de chocolate” (El arriesgue), “Himnos y baladas de la gran aventura espacial mexicana”, “Capitán Pijama y los detectives fosforescentes” (Música para agentes secretos Inoxidables), “Música de ambiente para fantoches” y “Las grises aventuras del Lic. Pingarrón y Paty Carmona”, entre una gran obra.
La formación estable de los Detectives fosforescentes, uno de sus proyectos, les dio cabida a músicos como Pancho Relámpago, Juvencio Inclán, Plinio Rubiroaga, Kósmika Sutra, Pilarica Sade, Bolonio Ronkivich y ayudas de último segundo, orquestadas en el andamiaje y ensamblaje del Capitán, en su departamento de Xochimilco, con nuevos horizontes dentro del ámbito cultural en la Ciudad de México. De los pocos videos que dejó grabados, se conocen sólo algunos como “Las cucarachas”, al lado de Alex Ice & Drinks.
Nadie, al parecer, tiene el casete de Las Pijamas a Go-Go, fotografiados por el también tangencial Isidro Aceves, para la agencia espacial Cielito Lindo.
Mucho de su material, sobre todo el grabado, cayó en las manos equivocadas que no sacaron ni un solo disco en vinil, y que hacen ver lo adelantado que estaba.
Sus discos de Frank Zappa (que aparecieron en El Chopo) propulsaban verdaderas batallas campales para ver quién se los llevaba, lo mismo que un arsenal de material italiano, alemán y francés.
Cuando se murió su perrita La Chata fue una hecatombe de la que nunca pudo recuperarse. Le pasó igual con la industria del disco, que le clavó un puñal porque que nunca reconoció su talento como estrella del rock.