La aportación culinaria de recetas secretas y otros excesos del cine criminal de nota roja nunca ha dejado de ser documentada en varias películas, como proscrita en el cine que reporta de los diversos métodos de muerte y posterior utilización de restos humanos. Las historias hechas con pocos recursos y pistola o cuchillo en el cuello como efectivo método de terminar a tiempo, son varias.
Los que se han atrevido a seguir este sendero del mal han dado sendos campanazos en el terreno del videohome con temas fuertes como “La Mataviejitas” (la cinta más taquillera en la historia del género) de Miguel Marte, hijo del recordado villano del cine nacional, Arturo Martínez, que abundó en la vida de la también luchadora Juana Barraza.
Marte también ha dado su testimonio fílmico de la historia de Santiago Meza López, el sicario albañil de los hermanos Arellano Félix, que disolvió en tambos de ácido de 200 litros más de 300 cuerpos. Alfonso O. Lara, en el mismo 2009, hizo su versión del suceso que acaparó la atención del público e investigadores del caso. “El asesino de cumbres”, del mismo Marte, fue un exitoso viodeohome de 2006 que se basa en hechos reales ocurridos en la ciudad de Monterrey, Nuevo León; en donde un joven de posición acomodada, Diego Santoy Riverol, planeó el asesinato de su novia y de la familia de esta. No pudo con todos, pero sí con algunos.
Otro resonante caso es el de “El Caníbal de la Guerrero” (José Luis Calva Zepeda) en el que muchos directores, aprovechando el momento, documentaron el caso célebre de este caníbal gourmet y poeta que cocinó y se comió a muchas de sus víctimas, igual que Hannibal Lecter. Enrique Murillo, en 2008, hizo su película. El éxito fue tan inmediato que filmaron algunas secuelas.
José Buil, el director de la premiada “La leyenda de una máscara”, se atrevió en 2017 con una historia de época en el viejo barrio de Tacuba, donde narraba las fechorías criminales del considerado por muchos, el Primer asesino serial mexicano, Gregorio Cárdenas. La cinta obtuvo cinco nominaciones al Ariel, con un personaje del que, culturalmente, no estaba bien hablar.
Muchas de estas películas en formato de videohome todavía pululan en selectos sitios semiclandestinos y, ausentes de la mayoría de las plataformas digitales, ofrecen placeres prohibidos por las buenas costumbres y la nueva “Liga de la decencia”, que no va a permitir remembranzas de cosas como “La fortaleza de Tepito”, “Miss Narca” (una versión rudimentaria de “Miss Bala”), de Gerardo Naranjo; “Copelas o cuello”, “Los Macheteros de Atenco” y el resonante caso, en su momento, del bombazo en la colonia Roma, en las inmediaciones del Metro Insurgentes.
Casos que despiertan una curiosidad malsana, como el del sádico Raúl Osiel Marroquín Reyes: “El Mata jotos”, o el Mata putos”, han sido encubiertos por los buscadores de cine, ya que se trata de espinosos casos de secuestro y asesinato por ahorcamiento que involucraron en su momento a homosexuales, víctimas del asesino y exmilitar tamaulipeco que aterrorizó a lo que queda de la chic Zona Rosa. Miguel Marte hizo su película en 2007.
Series como “El Caso Cassez-Vallarta: Una novela criminal”, que marca el debut como documentalista de Gerardo Naranjo, que todavía no tiene solución, al menos para Israel Vallarta o la investigación y conclusiones del amañado y corrupto caso de los múltiples homicidios de la colonia Narvarte, en 2015, sí están en plataformas, compitiendo con el cine de pocos, pero efectivos recursos, del videohome criminal mexicano, que todavía sigue tan campante y casi fuera de la ley.
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