Aún se recuerdan las célebres madrizas que le propinaba el cinturita de barriada, Rodolfo Acosta, a Marga López en el popular Salón México y las antológicas golpizas del mismo hacia el cuerpecito mareador de Ninón Sevilla en el glorioso cabaretucho sonado de barrio, bajo del puente de Nonoalco ("La máquina loca") en la fantástica película de Emilio “Indio” Fernández, “Víctimas del pecado” y otras filmadas en notorios sitios de "rompe, rasga y ahí te voy", que hoy conforman una ya inexistente capacidad antológica de lugares mágicos como El Burro, en la colonia Obrera, El Bagdad, el Salón Colonia, El Molino Rojo, el Leda, frecuentado hasta por Pepe El Toro y el Tuerto (Jorge Arriaga) y templos nocturnos como El Tivoli o el Follis Bergere, donde la exótica Tongolele movía unas caderas que daban miedo.

También había sitios inventados exprofeso como el mítico cabaret Changoo, que se imaginó cerca del monumento a la Revolución, donde el malvado Acosta no sólo tenía sometidas a numerosas hembras, sino que hasta les enseñaba modales de cómo caminar y otras trampas para engatusar incautos, mientras él y sus compinches planeaban robos y asesinatos. Un cine que fue gloria lo mismo que perdición, y que hoy se puede ver en videos y DVDs a los que todavía no se les hace cabal justicia histórica en Blu-ray.

Nombres como el Atzimba, el Club Imperio, Nocturno El Olímpico, El Siglo XX (el famoso cabaret Géminis, donde se filmaron "Los Caifanes") y otros de más catego, como El Ciro’s, que estaba en la avenida Reforma, contrastaban con los de la barriada tradicional, como El Barba Azul, rescatado en documentales y películas como “La Mamis” y “El mago”. También estaba El Tranvía, muy cerca de la mítica Arena México (Catedral), fueron alguna vez probados sitios de alegradero para el respetable que se podían gastar unos cuentos pesos que no podían pagar en cabarets de primera como La Fuente, pero sí en piqueras donde las culatas se movían al son de la rumba y el mambo.

Los rumbos en donde estaban enclavados estos santuarios de la noche significaron mucho para las aves nocturnas que hoy gozan al revivir viejos tiempos en películas clásicas del cine cabareteril y el dedicado a hoteles famosos, para pasar el rato y pagar menos de la tarifa establecida. No faltaban las cantinas famosas, ni las fabulosas pulcatas que dieron origen a toda una generación que gozaba con sus neutles y curados maravillosos.

Era el terreno habitual bajo el Puente De Nonoalco, en Tlatelolco, en donde aparte de las vecindades, mandaba la ley del más canijo, abusivo, pero querendón como Antonio Badú, emblema del padrote institucional del México que no pocas veces dormía amenazado por otras lacras, antes de la perdición de las drogas y dineros mal habidos. De ese barrio citadino, antes de pasar por el cine de Nezayor o Minezota, se combinaba con la historia que hoy es parte de la vida de Ecatepunk y su alrededor, donde la vida no vale nada, más que la de algunas legendarias figuras femeninas de la ficha y los que decidieron poner a costa de lo que fuera la moda de los “pantaglobos”, de los pachucos tradicionales como Tin Tan.

¡Qué cine aquel! Ya archivado en la memoria en donde se recuerdan a encueratrices como Rossy Mendoza, la Princesa Lea, la Yamal, Lyn May, Sasha Montenegro y muchas otras célebres mujeronas de buen ver y mejor tocar, en el llamado cine de destape que encumbró el socorrido y sorpresivo Mexplotation, con clásicas como “Bellas de noche”.

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