Con la caída de las ventas del DVD y el Blu-ray, las posibilidades que ofrecen las diversas plataformas en la red están dando cabida a muchos antropólogos de la imagen del rock en el cine que, de simples buscadores de filmes, se han convertido en especialistas de catálogo del género.

Esto está dando lugar a que, en selectos lugares, se puedan conseguir películas que, en su momento, no tuvieron réplica ni en video.

Los recientes estrenos de filmes de rock, rockumentales o conciertos descargables, como los muchos que se pueden conseguir de prácticamente cualquier agrupación, más los compilados de clips de cualquier época de la edad del rock están haciendo las delicias de los que vivieron un pasado donde no había tecnologías como las de hoy.

Todas las semanas hay prácticamente sorpresas a la vuelta de la esquina: desde Jesucristo Carranza hasta el “Walking Dead” del Chopo, en territorio del “Caníbal” de la Guerrero.

A las muchas fábulas rockeras como Velvet Goldmine, hay que agregar la reciente aparición de Stardust, de Michael Apted (1974), con una temprana historia de la mitificación de Bowie: David Essex personifica a un cantante, Jim Mclaine, que asciende con su grupo, Los Stray Cats. Fama, fortuna y éxito no se hacen esperar hasta que aparecen las drogas, los excesos y le cobran factura. Su soundtrack doble es uno de los discos más cotizados.

Ese mismo año aparece la celebrada, de culto y que sólo rivaliza con las celebraciones y convenciones de The Rocky Horror Picture Show, El Fantasma del Paraíso, de Brian De Palma, que sigue refrendando su status alegórico de clásico del cine musical de terror, que agrupa y diversifica los mitos de Fausto, El fantasma de la Ópera y el universo del rock. Todavía es un gran referente de la cultura para explicar la evolución del cuatro por cuatro.

El ochentero The idolmmaker, de Taylor Hackford, es la historia del cazatalentos Vinnie Vacarri, quien acaba descubriendo la voz que le dará fama, riqueza, status y caída en el negocio musical, al encontrar a un cantante que es a todas luces Fabián. La cinta de curioso drama musical sigue en el catálogo de lo raro.

Eddie and The Cruisers, de Martin Davidson (1983), destapa una historia secreta de un grupo (que a todas luces son Jim Morrison y The Doors) famoso en el pasado. El filme, mediante un reportaje musical a uno de sus componentes (Tom Berenger), indaga sobre la desaparición de su cantante: Eddie (interpretado por Michael Pare). En su momento tuvo una discreta acogida que dio lugar a una secuela (1989), dirigida por Jean-Claude Lord, que se sumerge en el éxito de la banda sesentera; 25 años después el sello de Eddie prepara un disco conmemorativo, mientras Eddie vive bajo una falsa identidad misteriosa que lo pone en una encrucijada.

Cine bueno y nostálgico, desaprovechado por las plataformas del momento.

pepenavar60@gmail.com

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