En estos tiempos de cambiante revolución tecnológica sonora, muchos han comenzado a cuestionarse a dónde terminarán sus otrora valiosos discos de MP3, justo ahora que muchos vinilos se han vuelto muy caros, lo mismo que los discos compactos.
La disyuntiva es clara, mientras sigue la discusión bizantina de qué suena mejor.
Puristas y científicos de la honestidad de cómo suena un LP a la hora de la verdad, contra un compacto digital o un acetato, no lo dudan y dejan a la compresión del MP3 aunque, a decir verdad, con lo atrofiados que ya están nuestros oídos por el bombardeo constante del rock (y más tratándose del metal), con un buen reproductor de sonido y su multiplicidad de efectos sónicos no están tan mal. Por eso no han desaparecido del todo.
Por otro lado, la compresión de las canciones ofrece no sólo discografías completas, sino antologías de géneros y estilos. En un solo MP3 puede caber lo impensable de cualquier grupo o solista, género o estilo. Y si no cabe en un solo CD, en dos o más se acaba el problema.
Carreras musicales completas en archivos seleccionados del formato siguen siendo muy populares.
Los que para nada están de acuerdo con el sonido que brindan los MP3 son la turba que se ha apoderado de YouTube para pontificar básicamente sobre las bondades del vinilo o del disco compacto y volverse casi imprescindibles a la hora de emitir juicios sonoros, aparte de doctores en sonido y preservadores de las buenas costumbres que ofrecen los formatos discográficos, sobre las plebeyas y descalificadas confirmaciones del formato de audio MP3.
La compresión de audio digital utiliza un algoritmo con pérdida, para conseguir en menor espacio de archivo, mayor o menor tasa de bits por segundo, sacrificando algo de calidad por cantidad.
Por ejemplo, uno de los tres MP3 de Los Residents puede ofrecer casi 200 canciones en un solo disco. El padre de este formato es el alemán Karlheinz Brandemburg, que hace años se asoció con Thompson Multimedia para controlar las patentes relacionadas con el MP3.
Historias más, historias menos, los MP3 llegaron hace años al bucanero barrio de Tepito, donde hicieron su meca. El audio de estos discos se volvió sumamente popular y la posibilidad de tener todas las canciones de, por ejemplo, Bob Dylan, Los Rolling Stones, Frank Zappa, Klaus Nomi, Roxy Music, Bryan Ferry, Gary Numan, Kraftwerk, Cabaret Voltaire, mi Capitán Beefhearth o compilaciones infinitas, se volvió única y atractiva por unos cuantos pesos.
El MP3 todavía se puede escuchar en diferentes aparatos reproductores de audio, aunque la recomendación es oírlos en componentes a los cuales se les puede manipular el audio con base de sonidos surround y combinaciones para escucharlos con curiosas tonalidades de géneros.
En comparación de las grandes colecciones de acetatos, e incluso discos compactos y casetes, no ocupan para las compilaciones que sigue ofreciendo, mucho en poco espacio.
El grito de qué barbaridad y la erudición siempre estará a la orden del día con los que creen que son detentadores de la verdad absoluta, que ofrecen los álbumes y compactos, pero se equivocan, incluso como amos de casa dando cursos de cómo limpiar discos, preservarlos y almacenarlos, muchos de los cuales en su sabionda vida jamás han oído.
Yo les pregunto, ¿han oído al neoyorquino John Zorn y los 13 MP3 con toda su historia? Sorpresas como esta hacen imbatible al todavía popular formato.