En donde no se le puede poner ningún pero a Netflix es en sus documentales, impecablemente documentados y, muchas veces, con los personajes protagónicos reales. Los más buscados eran, por lo general, los que tenían que ver con el aspecto del desarrollo de la criminalidad a gran escala, como la de la mafia neoyorquina que, durante décadas, dominó la Gran Manzana con cinco familias de alta peligrosidad: Los Bonanno, los Colombo, los Gambino, Los Genovese y la familia Lucchese. Jefes, capitanes y soldados, asolaron el panorama al estilo de “El Padrino”, la cinta de Francis Ford Coppola.
Sus historias, como sus ramificaciones, eran de las que culminaban por lo general con las muertes más complejas, como su accionar de armas blancas y de grueso calibre. El FBI nunca pudo con ellas, hasta que al personal de la universidad de Cornell se les ocurrió la idea de poner una red de micrófonos, adiestrando a especialistas para tan intrincado y peligroso cometido. Lucky Luciano, el prominente jefe que organizó a la mafia volviéndola un verdadero peligro, fue en gran medida el responsable de su organización, basándose primero en la llamada “Cosa Nostra” italiana y luego en la americana.
Si no hubiera sido por el sistema de microfoneo, escucha y transcripción de muchas conversaciones de los principales capos, quién sabe qué hubiera pasado con la ley del Ommerta; la Vendetta y el crimen como culminación, donde nadie estaba a salvo. Todos los entramados son expuestos en el documental de Sam Hobkinson que, finalmente, los llevó a un juicio memorable, basado en la llamada “Ley Rico”. Mafiosos y agentes de la ley dan la cara en aquel y este entonces. Todo resulta altamente perturbador cuando uno los ve en un montaje palpitante, que muestra una peligrosidad sin límite, llena de humor negro y fascinación; así como el trabajo policial y el de los fiscales que los enjuiciaron.
Las personalidades son maniáticas, perturbadoras, desmedidas y de una probada peligrosidad a la hora de dar muerte a quienes se les atravesaran en su camino, no importando la jerarquía mafiosa. Trátese de quien se trate, ya sea del llamado “Último Padrino”, el del sanguinario John Gotti o el de un gatillero profesional, que operaba desde el anonimato: Richard Kuklinsky (el apodado Ice Man), que mató a más de 300 utilizando diversas técnicas. Él fue, y hasta hora se sabe, el que llenó de plomo a Carmine Galante, un peligroso mafioso enojón y de bajo perfil que, a pasar de los muchos tiros que le metieron (con anuencia de los otros jefes tramposos y de alta peligrosidad), nunca perdió el puro que traía en su boca.
Pasan lista de presentes intervenidos telefónicamente: Carlo Gambino, Joseph Bonnano, Carmine John Persico, Philip Rusty Rastelly; Tony Ducks Corallo, Anthony Fat Tony Salerno y el “Jefe de Jefes”: Paul Castellano. Unos asesinados y otros que fueron a dar a prisión. La primera vez que se oyó de ellos, fue porque Joseph Valachi, esbirro de la Familia Genovese abrió la boca; incluso Charles Bronson lo interpretó en una película, basada en el libro de Peter Mass: “Secretos de la Cosa Nostra”, en donde rompió por primera vez el código de silencio.
Con la muerte de John Gotti, “Don Elegante”. Ocurrida a los 61 años, se acabó la era dorada de la mafia. Hoy, la mafia neoyorquina, ostentando un bajo perfil, sigue metida en todos los negocios que dejan plata o plomo.