En memoria de la querida Rosaura Cadena

Además de elecciones libres y equitativas, condiciones que se han fracturado con el alineamiento de las autoridades electorales a la voluntad gubernamental, la injerencia del Ejecutivo en el proceso comicial y la sobrerrepresentación escandalosa de la coalición gobernante en la Cámara de Diputados, la democracia supone: a) un ejercicio del poder regulado, b) división de poderes, c) vigilancia sobre los mismos y d) una vía judicial para que las personas físicas y/o morales puedan defenderse de acciones de los poderes que consideren ilegales. Pues bien, en las cuatro dimensiones la destrucción está a la vista.

A) Desde el inicio de la gestión de AMLO, y aun antes, resultó transparente que las normas constitucionales y legales que modelaban (limitaban) sus facultades eran apreciadas como obstáculos. Dichos y hechos se multiplicaron en ese sentido. “Por encima de la ley, la justicia”, como si la segunda se pudiera impartir sin la primera, hasta la cancelación del aeropuerto, o las supuestas consultas realizadas antes de tomar posesión del cargo sin atender los procedimientos que marca la ley.

B) La política tendiente a concentrar el poder en el Ejecutivo no ha cesado. La obsesión por subordinar al resto de los poderes constitucionales y a los órganos autónomos se ha desplegado sin pausa. Ilustran lo anterior desde las reducciones presupuestales hasta la desaparición de dependencias autónomas que realizaban tareas que el Ejecutivo no podía realizar cabalmente y que ahora estarán a cargo de secretarías de la Presidencia. No solo colonizaron el Legislativo con una “lectura” de la Constitución sesgada para incrementar la representación de la coalición gobernante, sino que ahora los dictados del Ejecutivo se aprueban en un abrir y cerrar de ojos. Se aprobó el desvanecimiento del Poder Judicial por no haberse alineado a la voluntad presidencial y estamos enfilados hacia unas elecciones de las que saldrán los nuevos jueces, magistrados y ministros, apoyados por la fuerza política mayoritaria, con lo cual se trastoca la necesaria independencia de ese poder.

C) En democracia, se supone, hay una vigilancia constante sobre las dependencias estatales. La división de poderes, desde su diseño, intenta generar mecanismos de vigilancia (por ejemplo, la Auditoría Superior de la Federación, dependiente de la Cámara de Diputados, en relación con el Ejecutivo), pero también se entiende que desde la sociedad deben existir mecanismos de supervisión de los poderes públicos. Los medios de comunicación, redes, asociaciones civiles, partidos, centros de investigación, etc., realizan el seguimiento y evaluación de las tareas que deben cumplir los órganos del Estado. Esa exigencia hace que las diversas dependencias tengan que rendir cuentas, de tal suerte que no se conviertan en oficinas autorreferentes, opacas, insensibles. Pues bien, nada de esto es apreciado. La desaparición del Inai es un ejemplo elocuente de la pretensión de blindar a los poderes de la Unión contra demandas de información.

D) En democracia se aspira a que las personas puedan defenderse de las decisiones de las autoridades por la vía judicial. Pues bien, con la reforma aprobada, que busca que los juzgadores estén alineados a la voluntad gubernamental, se desvirtúa esa posibilidad. Desde jueces hasta ministros de la Corte serán producto del circuito de la política y dificultarán, si no es que taponarán, esa posibilidad.

En resumen: mucho de lo construido en términos democráticos se está echando por la borda.

Profesor de la UNAM

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