La virtual presidenta electa Claudia Sheinbaum convocó el pasado fin de semana a una nutrida representación del pueblo bueno y sabio –aproximadamente mil 300 personas–, a manifestar en una sigilosa y discreta “consulta popular”, su docta apreciación sobre la reforma propuesta por el presidente López Obrador en materia judicial, apoyándose en las encuestadoras De las Heras y Enkoff. ¿Y, qué creen? 80% de los escrutados se mostró a favor de la reforma. Un millar de encuestados, significan todo “el pueblo”. En conclusión, la reforma al Poder Judicial “VA”. Elegir a ministros, magistrados y jueces por el patrocinio de partidos, capitales o intereses inconfesables sobre el mérito, promoción académica y experiencia profesional es un grave error, es la obsesión por acaparar todo el poder, por desaparecer la democrática división de poderes. ¿Se dejaría usted operar por un médico designado por voluntad popular? ¿Volaría usted en un avión cuyo piloto fue contratado por el voto popular?

El vocablo “pueblo” es utilizado como un leitmotiv –motivo central– del discurso de la Cuarta Transformación –lo que ésta signifique–, amarrando navajas entre neoliberales y pueblo, presentándose la 4T como el movimiento redentor de los oprimidos, los maltratados y denostados a lo largo del prolongado periodo neoliberal: “Los neoliberales creen que el pueblo es tonto, tonto es el que cree que el pueblo es tonto”. Queda pendiente la respuesta neoliberal, obviamente éstos no menosprecian al pueblo, ni son su enemigo, además, ¿quién sí y quien no es pueblo? ¿a partir de que grado de educación, cultura, ingreso o color alguien es pueblo y otro no lo es? ¿Acaso la tan censurada clase media aspiracionista no es pueblo?

Al respecto, 41 académicos, especialistas del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM, realizaron un análisis técnico, multidisciplinario y plural sobre las 20 reformas que modificarían 58 artículos de la Constitución, concluyendo en que dichas reformas lo que buscan es favorecer al partido gobernante e inciden en la división de poderes y concentrarán poder en la presidencia, añadiendo que otras “impactan en la vigencia de nuestros derechos humanos, como las relativas a la seguridad pública y la prisión preventiva oficiosa”. López Obrador, raudo y veloz, arremetió en contra de la UNAM, la cual “ya no es como antes porque se derechizó y tomó el modelo del neoliberalismo del ITAM…todos los directivos son muy conservadores en la UNAM…son predecibles, pero les diría, ¿qué se tienen que meter? Sí, claro, ahí es donde debe darse el debate, el análisis sobre la realidad para transformarla, todas las universidades tienen ese papel”. El Presidente criticó que la UNAM no haya dicho nada del periodo neoliberal y que no se tengan estudios en materia de corrupción. De manera inaudita y hasta vergonzante, la UNAM, solícita y sumisa, no apoyó ni respetó la opinión de sus propios investigadores y reculó: “El documento sobre las 20 iniciativas de reformas presentadas por el presidente López Obrador elaborado por académicos del IIJ… de ninguna manera representa un posicionamiento de la UNAM ni el sentir de su comunidad . En todo caso, los textos reflejan exclusivamente la opinión de los autores”.

Podemos presagiar lo que sigue en adelante cuando opinemos: ¿qué se tienen que meter?

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