El nepotismo es una forma de corrupción, ocurre cuando una persona en el poder favorece a familiares o amigos en la asignación de cargos, contratos o beneficios, sin considerar el mérito o la capacidad de los seleccionados, es decir, beneficiando lazos personales sobre la competitividad, lo cual es cuestionable también desde el punto de vista ético y democrático.
Con respecto a la corrupción, Enrique Peña la reconoció como un problema estructural, admitiendo que ésta constituía un mal endémico en el país, a su vez López Obrador afirmó en reiteradas ocasiones, agitando su pañuelo blanco, el haber “terminado con la corrupción en su gobierno”. Lo cierto es que la corrupción prevalece –¿usted lo duda?– con distintos enfoques y narrativas, según el gobierno en turno. En el Índice de Percepción de la Corrupción –IPC– de Transparencia Internacional, en 2024, luego de permanecer estancado por cuatro años, México retrocedió cinco posiciones, obteniendo 26 de 100 puntos posibles, el país 140 de 180 que participan, en el sitio 38, el último entre las economías integrantes de la OCDE, el penúltimo dentro de los países integrantes del G-20. Transparencia Mexicana: “El gobierno debe enfrentar con mayor eficacia la corrupción en México”.
El pasado 5 de febrero, la presidenta Claudia Sheinbaum envió al Congreso la Ley contra el Nepotismo, misma que aplicaría a partir del 2027, año electoral. Allí queda asentado que se entiende por nepotismo la designación, nombramiento o contratación que realice un servidor público de personas con quienes tenga lazos de parentesco, de consanguinidad hasta el cuarto grado, de afinidad hasta el segundo grado o vínculo de matrimonio o concubinato, para que preste sus servicios en la misma institución, dependencia o ente público en el que éste labore. Pregunto: ¿Acaso deja de ser nepotismo que el incorporado labore en otra distinta dependencia? La iniciativa establece medidas para evitar que familiares directos de funcionarios en ejercicio puedan presentarse como candidatos u ocupar cargos de elección popular, buscando favorecer la meritocracia. Es evidente la concentración de poder en Morena y que la selección de funcionarios provenga más de la afinidad política y nexos familiares que por méritos. En lo sucesivo, se pretende establecer órganos de control interno y auditorías independientes para detectar y sancionar los casos de nepotismo.
El gobierno de Morena se refiere a los términos corrupción y nepotismo como estigmas neoliberales ya superados, como si la Cuarta Transformación hubiera extinguido las mordidas y las asignaciones de contratos fueran escrupulosamente por concurso. No podemos hacernos tontos, la corrupción fue, es y lamentablemente será. El nepotismo es evidente en distintos apellidos de funcionarios públicos: Monreal, Salgado Macedonio, Alcalde, Taddei, Batres y otros más. Lo reprobable no es el hecho de que en una misma familia puedan destacar distintos miembros por méritos propios, sino el que nieguen y no se sientan aludidos cuando se censura el nepotismo. Lo insólito es que se pretenda ignorar y legislar contra el nepotismo cuando este pulula por doquier de la acera pública.