Donald Trump cumple a cabalidad con la expresión de John Foster Dulles, secretario de Estado de Eisenhower, quien dijo: “ Estados Unidos no tiene amigos, tiene intereses”. Trump prioriza los intereses de Estados Unidos, incluso si ello implica tensiones con otros países y comunidades migrantes. “América First” –and only–, en el entendido que “la mejor manera de negociar es hacer que la otra parte se sienta incómoda”.
El incidente suscitado con Colombia, con la desafiante reacción del respondón presidente Petro, impidiendo el aterrizaje de los aviones militares que deportaban de Estados Unidos a migrantes colombianos indocumentados, le dio al agresivo y nada conciliador Trump, la oportunidad de apercibir –Te lo digo a ti Petro, para que lo escuchen los otros mandatarios de países implicados– con imponer aranceles progresivos, además de la revocación de visas para funcionarios del gobierno colombiano y sus aliados. Ipso facto Petro se retractó –mediante interpósitos colaboradores–, ofreciendo el avión presidencial para repatriar a los migrantes, garantizando un retorno digno. Este episodio marca la pauta de lo que podría ocurrir en casos similares. En cuanto a México, tanto López Obrador como ahora Claudia Sheinbaum han esquivado confrontaciones directas con Trump, evitando abollar su investidura.
El tema verdadera y peligrosamente preocupante es el amago de Trump de implementar nuevos aranceles –del 25%– a México, a partir de mañana, 1 de febrero. La vocera presidencial de Trump, Karoline Leavitt, por un lado, exaltó la “cooperación histórica” que México ha demostrado en cuanto a seguridad fronteriza y, por el otro, persistió en la falta de ayuda para contener los flujos de migrantes y fentanilo, o sea, “lo más seguro es que quién sabe”. El impacto sería catastrófico, la reducción en la tasa de crecimiento de México podría llegar a dos puntos. Alrededor del 83% de nuestras exportaciones van hacia el mercado del norte, éstas representan 40% del PIB. Primordialmente veríamos aumentos en automóviles, acero, aluminio, accesorios eléctricos y ciertos vegetales y frutas. Desde luego que estas amenazan pueden ser una herramienta de negociación –a EU tampoco le convendría– y seguramente voces empresariales actuarían como contrapeso en el Congreso estadounidense, previniendo la ruptura en críticas cadenas de suministro y el aumento de costos para los consumidores estadounidenses, el mismo T-MEC contiene mecanismos de resolución de disputas que podrían activarse si se considera que estos aranceles violan los compromisos adquiridos por los países firmantes. El tratado no contempla mezclar cuestiones del narcotráfico y la inmigración con temas comerciales. La estrategia trumpiana seguramente intenta presionar tanto a México como a Canadá en cuestiones de drogas e inmigración, buscando anticipar la renegociación del T-MEC originalmente prevista para 2026. De imponerse los anunciados aranceles, seguramente se verán reducidas las exportaciones de nuestro país, con la correspondiente disminución de remesas enviadas, afectando la liquidez externa y pegándole a la paridad del peso mexicano y obviamente también al dólar canadiense. En cuanto a migrantes, Trump recién firmó una ley para deportar a migrantes, aún por delitos menores, como robos, incluso antes de ser condenados, 30 mil serán encerrados en Guantánamo. Como corolario de la escalada de tensiones, de la creciente hostilidad de Trump hacia México, en materia migratoria, comercial y de seguridad, concluimos en que esto apenas comienza.