El presidente de Estados Unidos sigue siendo el discreto Joe Biden, aunque los reflectores apuntan hacia el protagónico electo Donald Trump. Previo a reinstalarse en la Casa Blanca, Trump envía misiles verbales por doquier, alertando al mundo de que ahí viene el coco. En especial, Trump a los mexicanos nos trae fintos, sus amenazas fantasmagóricas mantienen a nuestros gobernantes planeando hipotéticos contragolpes, contra los recurrentes amagos procedentes del cuartel general de Mar-a-Lago.

En su libro The Art of the Deal, Trump describe su estrategia de negociación como un proceso en que busca siempre maximizar las ventajas y minimizar las concesiones, ubicado desde una posición de fuerza, creando presión, consciente de las fuerzas y debilidades de la contraparte, pero adaptándose dependiendo de las circunstancias, creando alternativas, pero invariablemente controlando la narrativa. Obviamente Trump no cumpliría sus amenazas al dedillo, pero ni modo de no tomarlo en serio.  En tanto, Trump ha prometido imponer 25% de aranceles a las exportaciones mexicanas 83% del total— de no frenar el gobierno la migración ilegal y el tráfico de drogas. Igualmente, Trump ha amenazado con deportaciones masivas de migrantes, inicialmente calculada en un millón de personas. Trump advirtió del cierre total de fronteras, permitiendo únicamente la entrada de migrantes a través de procesos legales, vinculándolo con la construcción del muro fronterizo que prometió completar. Trump no revisará, renegociará, buscando más restricciones contra las exportaciones mexicanas y, por si fuera poco, amenazó con imponer aranceles de hasta 200% a compañías como Stellantis y John Deere de no regresar sus operaciones a Estados Unidos. Señores, cumpla o no sus amagos Trump, tendremos cuatro años de sobresaltos, de permanecer en guardia, pendientes de las ocurrencias de este desatado provocador mediático.

Claudia Sheinbaum ha sido contundente, declarando que las amenazas arancelarias y el cierre de fronteras no resolverán los problemas de migración o de drogas y solo dañarán las economías de ambos países, insistiendo que el fentanilo es consumido principalmente en EU en tanto que México se ha esforzado por contener el tráfico de drogas, incautando sustancias ilegales, armas y desarticulando redes delictivas. Sheinbaum reiteró que México responderá a los aranceles con medidas similares, la guerra comercial pondría en riesgo la competitividad de Estados Unidos, generando inflación y desempleo, defendió el T-MEC, solicitando diálogo con el equipo de transición de Trump. La amenaza descabellada es la llamada “invasión suave”, una factible intervención militar estadounidense a México, para combatir a los cárteles de la droga, utilizando drones contra laboratorios de drogas o directamente contra líderes del crimen organizado, contemplando también el envío de asesores militares saboteando las redes de comunicación de los cárteles, clasificándolos como organizaciones terroristas, para así asumir acciones unilaterales bajo la legislación de Estados Unidos.

Vaya coincidencia, en esta semana, México realizó dos decomisos récord contra el crimen organizado: La Sedena confiscó toneladas de precursores químicos, incluyendo más de una tonelada de fentanilo, —20 millones de dosis, 8 mil millones de pesos—,   en Culiacán. Por otro lado, dentro de la “Operación Limpieza”, se confiscaron más de 260 mil productos chinos ilegales en la Plaza Izazaga. ¿Casualidad? ¿Presión? ¿Justo ahora? ¿Para hacer méritos? Lo importante es que se vislumbra la posibilidad de colaboración en mutuo beneficio.

Analista

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