El horizonte de discusión de nuestro tiempo, al menos del tiempo mexicano, se encuentra reducido a unos cuantos meses. En las conversaciones cotidianas y la planeación pública, no se habla más allá de las próximas elecciones o, cuando más, del cambio de gobierno federal que habrá de realizarse el primero de octubre del 2024. En las anticipadísimas designaciones de candidatos, con la sustitución de personas y personajes, y la posibilidad de ver derrotados a los adversarios, han quedado atrapados los intereses de muchos. Nada parece que cambiará en los próximos meses. Más bien, y si ello es posible, una buena parte de nuestros quehaceres y pensares no tendrán referentes temporales distintos.
Con independencia de quienes ganen en los correspondientes procesos de elección, lo cierto es que una vez concluidos, la vida nacional continuará con todos los deterioros históricos y los acumulados en los últimos años. Puede ser que no estemos pensando cotidianamente en la salud, la seguridad, las desigualdades, la migración o la militarización, pero ello no evita que también a diario se apilen en un desorden creciente los problemas. Todavía peor, pareciera que no se está reflexionando sobre el futuro. Sobre todo aquello que desde hoy podríamos prever —con los correspondientes márgenes de incertidumbre— que va a venírsenos encima en los próximos años para un número muy amplio de mexicanos. De manera retórica bien podemos preguntarnos ¿quién está pensando sobre el futuro?, ¿con qué herramientas lo está haciendo? Y, ¿qué piensa hacer con los resultados que obtenga?
Es en este contexto de abandono –si no total, sí al menos destacado— que me parece de gran importancia la aparición del libro colectivo “Transferencias y justicia intergeneracionales”, bajo el sello editorial de El Colegio de México. En el mismo se recogen diversos trabajos sobre temas esenciales de nuestro presente con, simultáneamente, enormes efectos en el futuro próximo: el envejecimiento en términos de seguridad económica y transferencias, la condición de quienes hoy son millennials, la salud de las siguientes generaciones, la sustentabilidad de los recursos forestales, la dimensión intergeneracional del cambio climático y los futuros de la militarización.
Cada uno de estos temas tienen, efectivamente, un potencial disruptivo enorme para lo que vendrá en el futuro, aun cuando, desafortunadamente, poco es lo que hoy estamos haciendo para pensarlos, ya no digamos para enfrentarlos. Lo que en el libro se trata de hacer es considerar los temas a partir de la responsabilidad que las generaciones actuales tenemos, no solo respecto de ellas mismas, sino también en cuanto a las implicaciones de las que habrán de sobrevenirnos.
Más allá de la limitación de los temas tratados y de su desarrollo por cada uno de los autores, lo cierto es que este libro nos invita a pensarlos en una condición intergeneracional. Este ángulo rompe la mera barrera temporal entre el presente y el futuro, para darle una dimensión humana respecto a lo que los habitantes del país de hoy estamos decidiendo respecto a los del mañana. Visto el asunto de esta manera, queda evidenciada con gran nitidez la responsabilidad de quienes hoy actuamos, callamos o somos indiferentes a lo que pasa a nuestro alrededor. En el fondo es una invitación para participar en la construcción del mundo futuro a partir de las decisiones actuales. Es un llamado intergeneracional a nosotros mismos.