La estrategia de comunicación que inició López Obrador y continuó la presidenta Sheinbaum ha sido constante y parcialmente eficaz. Cada mañana nos cuentan lo que creen que es su gobierno, la sociedad y el vínculo entre ellos. Sus corifeos, granjas y partidarios, nos repiten durante el día los mañaneros pronunciamientos y descalifican el dictum cotidiano.
La eficacia de la estrategia ha permitido construir una realidad, si no paralela, sí al menos presencial. La polifonía que sigue a la aseveración matutina le ha redituado al gobierno y al movimiento que hasta ahora lo sostiene. Además de las interpretaciones primarias y sus muchas reproducciones, se acallan notas discordantes y se incrementan los estruendosos mensajes en favor de la Presidenta, su gobierno o el movimiento.
El ruido de fondo ha permitido que los funcionarios de antes y de ahora no puedan escuchar lo que tenga que decir quien no se asuma con ellos. No importa si busca transmitir una voz de alarma, un llamado a la reflexión o un mínimo disenso. El ruido autogenerado acalla, pronto y sin más, al mensajero y al mensaje. Al ir las cosas mal o simplemente no tan bien, se ve como necesidad el aumento del volumen gubernamental y gobiernista para que menos se escuche a los supuestos enemigos o disidentes, sino a cualquier expresión de disidencia.
Mexicanos contra la Corrupción y la Impunidad informó que el 10 de agosto de 2019 integrantes de la Guardia Nacional localizaron varios cuerpos calcinados en Teuchitlán. En julio del 2021 la entonces Comisionada Nacional de Búsqueda, Karla Quintana, dio a conocer la existencia de sitios de exterminio en diversas entidades federativas. El ruido que ya entonces se producía en las conferencias mañaneras de López Obrador, no permitió escuchar los señalamientos que la sociedad civil y sus propios funcionarios le estaban haciendo a las autoridades federales, estatales y municipales sobre la existencia de esos mismos campos de exterminio que los funcionarios de hoy consideran inéditos y sorpresivos.
Lo que acontece en México no es, desde luego, culpa exclusiva del actual gobierno ni de sus antecesores. Se trata de un fenómeno que de maneras distintas atañe a varios gobiernos, a sectores completos de la delincuencia, a muchos grupos sociales y a amplias redes de complicidades. No cabe la responsabilidad sin más e individualmente a una o unas pocas personas. Con independencia de ellos, lo que este Gobierno sí tiene enfrente es la posibilidad de disminuir el ensordecedor ruido que heredó. Con ello, también, la oportunidad de asumirse como un generoso y atento receptor de información para trascender el unidireccional papel que hasta hoy ha mantenido para transmitirnos sus propias consignas.
Así como en, al menos, 2019 y 2021 algunos funcionarios y miembros de la sociedad le hicieron saber a los funcionarios federales, estatales y municipales de la existencia de campos de entrenamiento, exterminio y calcinamiento en diversos lugares del país, hoy hay muchas voces que le están señalando a las actuales autoridades la existencia de fenómenos similares. Es de su exclusiva responsabilidad romper el ambiente ensordecedor que han heredado y reproducido para comenzar a escuchar, con modestia y generosidad, a voces distintas a las suyas mismas. Sería inaceptable para la población actual y supongo que también para los funcionarios de hoy, tener que admitir dentro de poco tiempo que sus propios estruendos les produjeron una sordera que pudieron prever y remediar.
Ministro en retiro de la SCJN. @JRCossio