Lunes 20 de enero de 2025. El día de hoy presenciaremos un evento histórico sin precedente alguno: el 45º Presidente de los Estados Unidos, Donald J. Trump, volverá a la Casa Blanca para convertirse en el 47º mandatario. Luego de un controversial proceso electoral, el Partido Republicano vence al Demócrata, lo que significa que el presidente Trump tendrá también ventaja en el Congreso. Durante las elecciones, fue interesante ver a muchísimas mexicanas y mexicanos tomar partido, como cada cuatro años, por el candidato republicano o por los demócratas. Independientemente de los cambios en el electorado estadounidense, hagamos una revisión de cómo le ha ido a México con cada partido.

Paradójicamente, el evento más representativo en el que México se enfrentó a ambos partidos fue durante la construcción del Tratado de Libre Comercio (TLCAN). La primera oportunidad para que México entrara al mundo del libre comercio vino del republicano George Bush. Era 1989 y, aunque la propuesta era ad hoc con el camino de transformación de la economía mexicana, primero había que superar el reto de la deuda externa. Un año después, México estaba listo para proponer un Tratado a Estados Unidos. Inició la negociación comercial, Canadá se sumó al proceso y, en diciembre de 1992, los líderes de los tres países firmaron el Tratado (Salinas de Gortari, 2017). Había pasado la tensión comercial, pero iniciaba una nueva turbulencia política de cara a la entrada en vigor del TLCAN: la llegada a la Casa Blanca del demócrata Bill Clinton.

Luego de que el presidente Clinton asumiera el cargo el 20 de enero de 1993, la Cámara de Representantes de los Estados Unidos debía discutir y votar el TLCAN. En el texto firmado en 1992 se había estipulado que entraría en vigor el 1 de enero de 1994. Al cambio de partido dominante, se sumaba la presión por el alto déficit fiscal en Estados Unidos. La agenda de Clinton tenía dos temas que serían decisivos para no reabrir las negociaciones y retrasar la entrada en vigor del Tratado: el ambiental y el laboral. Ambos temas fueron considerados como acuerdos paralelos y el proceso de ratificación continuó sin la necesidad de reabrir la negociación (Salinas de Gortari, 2017). Con ese primer compromiso, el presidente Clinton se convertía en el mejor aliado de México para que el Congreso estadounidense aprobara el TLCAN.

La incertidumbre fue grande, similar a la que vivimos en 2016 cuando el entonces candidato republicano, Donald Trump, anunciara que pondría fin al TLCAN. México no podía darse el lujo de tomar partido por la que hubiera parecido su aliada natural, la candidata demócrata Hillary Clinton. Entonces hubo que buscar un acercamiento inteligente que inició con una invitación para que ambos candidatos visitaran México. Este acercamiento se complementó con la conformación de un equipo técnico que afrontaría la renegociación. Luego de un año de trabajos, el nuevo Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC) fue firmado en noviembre de 2018. Los republicanos volvieron a ser buenos aliados de México al ratificar el T-MEC en 2020.

Más allá del ámbito comercial, mandatarios de ambos partidos han demostrado tener la capacidad de ser grandes aliados de México. En este nuevo episodio de la relación bilateral, México tiene la ventaja de saber que, pese a mostrar un discurso y una agenda agresiva, en los hechos sí es posible dialogar con el gobierno del presidente Trump. También es cierto que su agenda de gobierno se ha configurado a partir de que no tendrá otro periodo como Presidente de Estados Unidos. México debe estar preparado: esperar lo mejor, mientras trabaja para el peor escenario.

@JosePabloVinasM

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