Los tiempos que vivimos, de tanta incertidumbre y volatilidad, me recuerdan una conversación que tuve hace no mucho con un profesor de emprendimiento de la Universidad de Harvard. Analizando el ecosistema emprendedor y a México como destino de inversión, me dijo que nuestra ecuación riesgo-beneficio siempre había tendido a estar desbalanceada. Que, dependiendo del ciclo político en el que estuviéramos, esta se desbalanceaba más o menos. El ciclo iniciado hace ya seis años y ratificado el pasado 2 de junio ha estado marcado por una serie de claroscuros; empero, ninguno tan riesgoso como la Reforma al Poder Judicial.
La sesión del miércoles de la semana pasada en la Cámara de Diputados duró más de 10 horas, el dictamen no pasó por comisiones y ni siquiera se tiene certeza sobre si quienes votaron fueron las y los legisladores o sus equipos, entre otras violaciones a los procedimientos de la Cámara Baja (Ruiz Massieu Salinas, 2024). Este era un riesgo del que ya nos avisaba la mano invisible: el ciclo de depreciación del peso mexicano inició el 3 de junio, al avecinarse la total ausencia de contrapesos en el Congreso. Así, actuando como un Poder Constituyente más que como el Legislativo, desde el atropello y la ilegalidad (Guastini, s.a.), se aprobó, en lo general y en lo particular, una Reforma que crea la primera crisis constitucional del México moderno.
La ecuación riesgo-beneficio refiere al trade-off que existe entre el rendimiento esperado de una inversión y el riesgo asociado a ella. Con algo de justicia poética, podríamos pensar que mientras mayor sea el riesgo asociado, el mercado debe premiar con un mejor rendimiento al inversionista. Sin embargo, esto no es cierto para el caso de México. Para que la ecuación esté balanceada, es muy importante el contexto y una de las condiciones necesarias para el balance es un Estado de derecho sólido. Esto no es otra cosa más que las ‘reglas del juego’ para invertir sean claras y exista la certeza de que todos los jugadores, incluso el gobierno, las van a respetar.
El riesgo y el desbalance se mantienen: bastó que la oposición restante se posicionara en contra de la Reforma para que la mano invisible hiciera que el peso recuperara un poco del terreno perdido. Un respiro temporal en los 20 pesos por un dólar, que serán el nuevo piso, no techo. La Reforma avanzó ayer en el Senado y todo parece indicar que se seguirán ignorando las suspensiones y los mecanismos de control constitucional restantes.
Más allá de la crisis constitucional iniciada, la volatilidad del peso es, quizá, la menor de las consecuencias económicas. Sin claridad en las reglas del juego, la aversión y la prima de riesgo de invertir en México seguirán creciendo, el desbalance de la ecuación se hace más grande poniendo en duda cualquier beneficio o atractivo de invertir en el país, y continuaremos el ciclo de salida de capitales iniciado este año.
@JosePabloVinasM