En las finanzas públicas modernas mexicanas, poco importa la teoría de presupuestación a la que se apegue un gobierno cuando empieza su gestión, hacia el final la mayoría termina por converger a Functional Finance (finanzas funcionales, en inglés) y en contados casos, con algo de responsabilidad y disciplina fiscal, se hace también un híbrido con Sound Finance (finanzas sanas o sólidas, en inglés). En noviembre pasado, la Secretaría de Finanzas del Estado de México envió al Congreso mexiquense el primer Paquete Fiscal de la nueva administración. Un proyecto que introduce cambios a las finanzas mexiquenses, pero que no echa en saco roto lo que se había hecho bien. Quizá lo más notable de este ejercicio presupuestal es la política de cero deuda. ¿Es un esquema sostenible?
Más allá de la decisión de salir sin deuda per sé, hay que remarcar que esto es algo a lo que solo se puede llegar mediante un riguroso análisis financiero in-house. Cómo llegar a la decisión de cero deuda es crucial para entender el proyecto planteado por la nueva administración mexiquense. Como un hogar, el gobierno tiene ingresos y gastos. La deuda permite a los gobiernos financiar sus operaciones y proyectos, sus gastos, sin disponer de todos sus ingresos, pasando, mediante instrumentos financieros, de un periodo de tiempo a otro. Si, en un periodo determinado, el gobierno gasta más de lo que recauda, entonces hay un déficit, que usualmente se financia a través de deuda. El saldo de estos periodos se va acumulando y, en una simplificación, podemos decir que acumular varios periodos con saldo deficitario no es saludable para las finanzas públicas. Así, a grosso modo, no emitir deuda es una decisión que puede implicar dos cosas: haber encontrado finanzas públicas sanas o un total desconocimiento de la situación.
Una ola de reestructuraciones financieras a principios del milenio marca el comienzo de la historia financiera reciente del Estado de México. Los cambios presupuestarios emprendidos fueron dotando a la entidad de disciplina fiscal, mediante la cual se logró mejorar la recaudación, eficientar el gasto y, por medio de su reestructura, desacelerar la emisión de deuda. En aproximadamente 20 años, el Estado de México pasó de ser un estado quebrado, a ser el segundo del país con la mejor calificación crediticia del S&P Global Rating (2022 y ratificado en 2023), basado en su capacidad para cumplir con sus obligaciones financieras. Estas fueron las claves para generar la liquidez suficiente, la necesaria salud financiera, para que el equipo técnico entrante, encabezado por la Lic. Paulina Moreno, Secretaria de Finanzas, y el Dr. Reyes Ruiz, Subsecretario de Planeación y Presupuesto, pudiera elaborar un presupuesto desde cero, con una propuesta sin precedente: salir sin deuda.
El presupuesto propuesto es estratégico a futuro. La salud encontrada en las finanzas mexiquenses y la decisión de deuda, que parece acertada, permiten plantear horizontes de inversión pública ejerciendo un gasto eficiente. Contrario a lo planteado a nivel Federal, este ejercicio muestra cómo ciertas decisiones presupuestales pueden conducir una política fiscal que no contradiga los esfuerzos de política monetaria por frenar la inflación que empieza también a estancarse. Se ha cambiado y ordenado la forma de registrar la inversión pública, misma que busca mayor coordinación municipal para hacer llegar a toda la población mexiquense las ventajas de los fondos y herramientas financieras creadas en la ola de reestructuraciones, que no se aprovechan del todo. El desarrollo regional-municipal del Estado de México es otro tema, tan amplio que merece su propio espacio, pero que no se olvida en este presupuesto. La propuesta busca atender las dos principales dimensiones de pobreza presentes en el Edoméx. Claramente el alto nivel técnico con que se ha fraguado e impreso este presupuesto tiene un impacto positivo, de otra forma no podrían haberse aprovechado las ventajas con las que se ha dotado a la entidad los últimos años, ni plantear un nuevo y buen proyecto de desarrollo.
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