La democracia es muchas cosas, por ello, la Constitución de la República señala, en el artículo tercero, que la democracia no es solo una estructura jurídica y un régimen político, sino un sistema de vida fundado en la constante mejoría económica, social y cultural de nuestra sociedad. En efecto, la democracia tiene relación con el conjunto de los valores y principios cívicos, con la educación, el empleo y la familia, entre muchos más.
Se puede entender como aquel sistema que garantiza nuestras libertades, la de pensar, decir y decidir. La libertad para organizarse, participar y manifestarse. La libertad de elegir, aprobar y reprobar a quienes aspiran a gobernarnos y también a quienes ya lo hacen. La libertad de tener transparencia, rendición de cuentas y poder conocer la verdad de los hechos y los dichos públicos. La democracia ha de ser, ante todo, una de las estructuras que aseguren el respeto a la dignidad humana, los derechos humanos, la inclusión y la igualdad.
La democracia es un tónico de la pluralidad, la tolerancia y el respeto a los demás, pero también un estimulante de la imaginación y de la aceptación de las diferencias Es lo contrario a la uniformidad, el pensamiento único y la unanimidad. Es por esto que José Francisco Ruiz Massieu sostuvo, como otros, que “la democracia es, sin remedio, controversia”, o que “la democracia no sucede, se crea”. Es también, debate, pasión en el desencuentro y madurez en la búsqueda de acuerdos.
Winston Churchill fue uno de quienes sostuvo que “la democracia es el peor sistema de gobierno, a excepción de todas las demás formas que han sido probadas…” Es cierto, la democracia nunca es perfecta y siempre puede mejorarse. La nuestra, la que hemos construido en México al paso de las décadas y con la participación de muchos, ha estado lejos de ser lo que quisiéramos, pero ahora se ha debilitado y enfrenta riesgos mayúsculos. Me referiré a tres de ellos.
En primer término hago referencia a la vena autoritaria y antidemocrática del gobierno anterior encabezado por el expresidente López Obrador y a la del partido gobernante, hoy, de forma increíble, inaceptable e impúdica, heredado a su hijo. Algunos de los colaboradores de la presidenta pertenecen a ese clan y le hacen, a ella y al país, mucho daño. Una expresión de esa conducta es la reforma en marcha en contra del Poder Judicial, que ha metido a México en un berenjenal y del que no saldremos sin pagar cuentas muy altas.
Otro oponente es el crimen organizado. Un grupo que por la fuerza y sin mérito alguno restringe las libertades esenciales, que atenta contra la vida, infunde miedo y desalienta la participación, es un grupo contrario a la democracia. Las más de 250 mil personas asesinadas y desaparecidas entre 2018 y 2024 y las expresiones de los hallazgos del rancho Izaguirre en el municipio de Teuchitlán son parte de la evidencia dura de la gravedad que se enfrenta.
El tercer adversario está representado por un amplio sector de los políticos y sus partidos. En otro momento haré una reflexión más completa respecto de estos actores; ahora solo menciono que políticos y partidos son responsables del debilitamiento de la democracia y la crisis de las instituciones. En la incapacidad moral, los intereses financieros, el pragmatismo a ultranza y el puro interés de ejercer el poder radica parte del problema. Del señalamiento se salvan pocos y la responsabilidad alcanza a la alianza gobernante y a la oposición.
Exrector de la UNAM @JoseNarroR