El título de esta colaboración está tomado, textualmente, de la contribución del doctor Jorge Madrazo como homenaje a su Maestro, publicada en la Revista de la Facultad de Derecho de nuestra UNAM. En su ensayo, Jorge Madrazo hace referencias múltiples y de fondo a dos artículos del mexicano de excepción. El primero apareció a finales del siglo pasado con el título “1999: problemas acumulados” y el otro, publicado casi una década después, con el sugerente enunciado de “La moral pública de México”.
Lo hago por tres cosas: la primera para reiterar mi convicción de que la voz, la inteligencia y la autoridad moral de Carpizo le hacen mucha falta a nuestro país. Por otra parte, para revisar lo que ha pasado, casi un cuarto de siglo después, con los 36 problemas que él enunció, como parte de sus preocupaciones sobre nuestro país. Finalmente, para hacer una consideración: nuestra sociedad, más allá de la política, de la economía, de los procesos electorales, de los partidos, de los gobernantes y de los políticos, debe hacer una revisión profunda de la moral pública que colectivamente practicamos. Es urgente que la transformemos de raíz.
Ninguno de los 36 asuntos mencionados por Carpizo para describir nuestra realidad, se ha resuelto. A mi juicio, solo dos de ellos han mejorado algo, pero 12 siguen igual y 22 han empeorado, como se muestra al revisar los cinco primeros enunciados: la crisis moral y de valores; el cinismo extendido; la corrupción; la división entre los mexicanos; y el rompimiento de México en dos países, uno industrializado y otro marginado. Igual pasa con otros: el deterioro de la educación, el endeudamiento, la penetración del narcotráfico en el Estado, la inseguridad pública, el deterioro ecológico, el retroceso en la defensa de los derechos humanos o las tareas asignadas indebidamente al Ejército Mexicano.
Por otra parte, no tengo duda de que la moral pública debe transformarse. Lo que pasa es grave y urge un cambio radical. De nuevo acudo a Carpizo para recordar su quinteta fatídica: el poder, el dinero, la impunidad, la corrupción y la mentira. Hoy, por cierto, todos exacerbados y envenenando la moral social. No es posible que nuestra sociedad no reaccione, que la tolerancia a lo que evidentemente está muy mal, se haya acrecentado.
No debería aceptarse que la mentira, la simulación y la ilegalidad se justifiquen. Que en los dos bandos en los que nos quieren dividir, se tengan medidas y argumentos para condenar o disculpar actos semejantes y que para hacerlo lo que cuente es la conveniencia de la facción de que se trate y no del acto que los ocupe. Robar “poquito” está mal, sin importar quién o para qué se haga. Sesenta mil muertes por COVID-19 era una catástrofe, pero se aplaude al personaje de marras que así lo midió, cuando el balance final de la pandemia arroja que, al contar las muertes en exceso, en realidad se trata de más de trece cataclismos.
Requerimos rescatar la brújula de la moral, aquella que apunta a lo correcto, lo debido, lo pertinente. La que rechaza lo equivocado, la simulación y lo deshonesto. Debemos huir del camino extraviado que acepta la indecencia y tolera la indignidad, que justifica los medios que se adoptan para conseguir el fin que se persigue. Necesitamos una “rosa de los vientos” que nos permita, colectivamente, salir del huracán de la falta de decoro e impudicia en la que muchos nos quieren atrapar. ¡Debemos recuperar la decencia!