Octavio Paz escribió, a principio de los ochenta en su Tiempo nublado, que en sintonía con “los antiguos mayas, que tenían dos maneras de medir el tiempo, la cuenta corta y la cuenta larga, los historiadores franceses (introdujeron) la distinción entre la duración larga y la corta en los procesos históricos”. La primera se aplica a considerar las grandes transformaciones que toman tiempo y llegan al fondo, en tanto que la segunda se refiere al “dominio por excelencia del acontecimiento”. Así, se puede decir que al país le afectan problemas cuya solución requerirá de mucho trabajo; de estrategias claras, continuidad en las acciones y ajustes en las mismas, así como de encuadrar eso en un proyecto de nación, para alcanzar las metas en dos o más décadas. A esa categoría pertenecen el combate a la pobreza, la desigualdad, la inseguridad, la corrupción, el desapego al estado de Derecho o varios de los asuntos que afectan a la economía y las finanzas públicas. En virtud de que la solución tomará tiempo, se deben iniciar con carácter de urgente la discusión y puesta en marcha de las acciones encaminadas a resolver esos rezagos deplorables.
Sin embargo, hay problemas importantes que se pueden resolver en algunos años si se dan las condiciones para ello. Este es el caso de lo que llamo hazañas nacionales. Las denomino así por su relevancia y porque requieren del involucramiento de todas las fuerzas y sectores de la sociedad, porque necesitan de la coordinación de los poderes públicos y de los tres niveles de gobierno. También porque las soluciones, aunque complejas, están a nuestro alcance y generarían un cambio de actitud en la sociedad. Inicio por tres temas sensibles: el embarazo en niñas, el analfabetismo y el rezago escolar. Del primero hay que recordar que en este siglo cada año nacieron entre nueve mil quinientos y once mil bebes de madres de diez a 14 años. Esto es inadmisible. Debemos acabar con esa vergüenza. Respecto del segundo hay que decir que existen 4.5 millones de mexicanos de 15 años y más que no saben leer ni escribir y que en los últimos 50 años la cantidad solo se pudo reducir en 2.2 millones. De quienes no terminaron sus estudios de primaria, secundaria o media superior, un solo dato: se trata de casi 25 millones de personas.
Otro ejemplo es el de la población que labora en la informalidad: el 55 por ciento de la fuerza laboral. Se trata de una condición que hipoteca el futuro. Tener un grupo tan grande de personas sin seguridad social, servicios de salud y la posibilidad de contar con una jubilación, no augura nada bueno. Permanecer observando el problema es irresponsable. Finalmente, seguir acumulando tensiones por los asuntos de género es una pésima idea, además de no ser éticamente aceptable. La mujer sigue en desventaja frente al hombre en muchas áreas de la vida. Sus oportunidades son inferiores, además de estar expuestas a violencia, acoso y malos tratos. Los cinco ejemplos referidos demandan de políticas públicas dotadas de los recursos necesarios, de la organización derivada de las acciones por desarrollar, de la supervisión de los avances y la evaluación de los resultados, al igual que del compromiso de la sociedad y de quienes participen en la construcción de la hazaña. En el pasado hemos realizado algunas fundamentales: el Programa Nacional de Vacunación o el de Planificación Familiar, la electrificación o la dotación de drenaje y agua potable, son ejemplos. Si antes pudimos, ahora con mayor razón.
Ex Rector de la UNAM.
Twitter: @JoseNarroR
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