San José.— Si las jornadas matutina y vespertina de ayer en Lima se saldaron con una de las más fuertes conmociones políticas en Perú al llegar a seis presidentes en apenas 56 meses desde marzo de 2018, las etapas posteriores aplacaron las tempestades… pero abrieron más dudas sobre el futuro de un país que se mostró como uno de los de mayor volatilidad institucional en América Latina y el Caribe en el siglo XXI.
¿Se destituyó de la presidencia a una persona —Pedro José Castillo Terrones— que exhibió su incapacidad durante más de 16 meses de accidentada gestión y se le reemplazó por otra —la vicepresidenta Dina Ercilia Boluarte Zegarra— que sólo fue una leal compañera de viaje en ese tiempo… de su predecesor?
Tras la sacudida de ayer, ¿quedó Perú ante una continuidad de lo mismo, aunque con una permuta trascendental por género que se resolvió en el Congreso por la vía de la sucesión con el ascenso al poder de una mujer que se convirtió en la primera presidenta en 201 años de vida independiente peruana?
Consultada por EL UNIVERSAL, una fuente del Congreso se arrinconó en una vieja frase para evitar lanzar una perspectiva. A Boluarte hay que darle “el beneficio de la duda”, con la esperanza de que “tenga el juicio suficiente” para “rodearse” de las figuras adecuadas y construya un gobierno “de amplia base” sin atarse a los dogmas radicales ideológicos.
Abogada y política de 60 años y defensora de la igualdad femenina y ministra de Castillo en la cartera de Desarrollo Social desde que el ahora expresidente asumió el 28 de julio de 2021 hasta el 25 del mes anterior, Boluarte completará los 44 meses restantes del quinquenio para el que su antecesor —maestro, sindicalista magisterial, rondero o vigilante campesino y con escasa picardía política— fue electo el 6 de junio de 2021 en segunda ronda.
A Castillo lo persiguió la sombra del novato e inexperto elegido presidente. Al asumir su gestión, el campesino que convirtió a su sombrero blanco en una peculiar marca de su personalidad tuvo que lidiar con su creciente y desgastante reputación de torpe. En su soledad política, apenas le alcanzó para apagar ese mismo día las llamas de las 200 velas del pastel para celebrar el bicentenario de la independencia de España de uno de los países con mayor inestabilidad política en América.
Antes de someterse ayer en el Congreso en su mandato al tercer voto de vacancia o destitución por incapacidad moral por presunta corrupción con manejos irregulares en negocios públicos, Castillo intentó romper este miércoles con más de 21 años de democracia. Perú sufrió la ruptura del orden constitucional en abril de 1992 en una maniobra del presidente peruano Alberto Fujimori, cuyo gobierno constitucional se prolongó de 1990 a |992 y de facto de 1992 a 2000.
Sin éxito y acorralado, Castillo alegó que sus enemigos violentaron la democracia, pretendió dar un golpe de Estado, anunció la disolución temporal del Congreso, proclamó un “gobierno de excepción” que se regiría por decretos y sometió a revisión el aparato judicial y otras instancias estatales.
Perú pagó una onerosa factura de caos institucional que se acumuló en el siglo XXI por las cuestionadas actuaciones de corrupción y desprestigio de sus fuerzas políticas tradicionales y se enfrentó al costo de elevar a la Presidencia a una persona a la que sus rivales acusaron de carecer de sagacidad política.
¿Qué pasará con Boluarte?
“La presidenta está empezando su mandato de manera muy frágil: no tiene un solo congresista. De más está señalar que su gobierno va a ser muy débil”, aseguró a este diario el abogado y politólogo peruano Josef Zielinski, profesor de Ciencias Políticas de la (no estatal) Universidad de Lima.
“Boluarte era integrante de una fórmula política cuyo líder era Castillo. Ella lo estuvo apoyando durante mucho tiempo y se encuentra deslegitimada también y depende de cómo arme su gabinete. Perú no aguanta un minuto más de inestabilidad”, advirtió.
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