El 52% de los empleos en México está en riesgo de perderse por la automatización y los robots , según un estudio del Instituto Global McKinsey. Nada menos que 25.5 millones de puestos de trabajo. Investigadores de la UNAM ( Isaac Minian y Ángel Martínez Monroy , del Instituto de Investigaciones Económicas) llegaron a una conclusión aún más perturbadora: la cifra podría llegar hasta el 63%. Todos los reportes indican que los trabajadores que están en mayor riesgo son los menos calificados.
Según McKinsey, el sector que más podría perder empleos es el de comercio al menudeo, donde se podrían perder 5.5 millones de puestos. Le siguen el de la manufactura (4.9 millones), el agropecuario (4.7) y la construcción (1.6). Los operadores de call centers y los choferes también son fácilmente reemplazables. De un puesto como “elevadorista” ya nadie se acuerda. Las nuevas generaciones no saben qué es eso. En los próximos años muchos otros trabajos van a caer también en desuso.
El futuro del trabajo ante la Inteligencia Artificial y la automatización (la disrupción de la cuarta revolución industrial), fue uno de los temas que se expusieron en el Summit de la Singularity University en días pasados, en Puerto Vallarta. En ese foro se reunieron algunos de los cerebros más destacados en las tecnologías exponenciales. Ahí conocí al sudafricano Taddy Blecher, uno de los expertos más reconocidos en el mundo en materia de educación.
Cada que visita un país para hablar de su experiencia, estudia a fondo su sistema educativo y observa las áreas de oportunidad. No fue la excepción esta vez. “Tienen que idear una manera de que los niños y los jóvenes no abandonen la escuela, pues sus niveles de deserción son muy altos”, me soltó apenas empezamos a conversar. “Y tienen que modernizar urgentemente su sistema educativo”.
Pero no es un tema solamente del gobierno, especificó. “Es muy difícil para las autoridades implementar este cambio por sí mismas. Sé que hay un sindicato muy grande y que tiene diferentes fisuras, pero justo cuando pasa eso, cuando se observa un panorama desastroso, cuando hay facciones y posiciones irreconciliables, es muy fácil lavarse las manos y decir ‘éste es un problema del gobierno, que lo resuelva el gobierno’. Es el peor error que pueden cometer”. Se refiere a la sociedad en general, y a los empresarios en particular. “Para los líderes empresariales es fácil mandar a sus hijos a escuelas privadas o a estudiar al extranjero, así que piensan que no se deben preocupar por la educación pública”.
“Más del 50% de los mexicanos trabajan en empleos fácilmente automatizables”, empezó su análisis, encaminado a que nos veamos en el espejo de su país. “En Sudáfrica, hace una generación no teníamos los niveles de desempleo de ahora, pero nos hemos convertido en el tercer país con mayor desempleo juvenil del mundo, con 58%. Estamos 10 veces peor que ustedes, pero antes no era así, y es porque se dejó caer el sistema educativo”.
En Sudáfrica hay más de 10 millones de jóvenes sin empleo, recuerda Blecher. “¿Qué es lo que hacen? Se meten en pandillas, se vuelven adictos o se convierten en violadores. Cada seis minutos una mujer es violada en Sudáfrica, y la tasa de homicidios no hace más que crecer”. En efecto, en el país austral uno de cada tres estudiantes ha sufrido algún tipo de agresión sexual en su vida; y en cuanto a los asesinatos, tiene una de las tasas más altas del mundo, con 35 por cada 100 mil habitantes (en toda Europa 3, en Asia 2.5, en México 20 y en Brasil 28, en números aproximados).
Otro fenómeno de los últimos años en Sudáfrica, que tiene que ver con el desempleo, es la violencia xenófoba. Al grito de “nos roban nuestros trabajos”, hace unos meses las turbas asaltaron comercios de inmigrantes, quemaron y saquearon tiendas, asesinaron a 12 personas y desplazaron a cientos, provocando un conflicto diplomático con Nigeria. ¿Podrían haber brotes xenófobos en México si el empleo se derrumba a raíz de la automatización?”, se pregunta Blecher. “Todo lo que digo de México es mucho peor en Sudáfrica”, sostiene, recordando la obvia similitud de ser dos países con grandes recursos naturales y riquezas, pero una pobreza endémica, provocada en parte por un sistema que no prioriza la calidad educativa. “Ustedes deben ver a nuestro país como una alarma. Si se deja crecer el problema, puede llegar un punto en que ya sea casi imposible de revertir”.
Taddy Blecher sabe de lo que habla. Prácticamente ha transformado la educación en su país. Sus abuelos llegaron a Sudáfrica de Letonia, huyendo de la persecución nazi. Fue el menor de cuatro hermanos y le tocaba usar la ropa de ellos, casi siempre con roturas. Dormían en colchonetas. No fue sino hasta la edad adulta cuando supo por qué vivían en esa situación. Su padre decidió que la educación era la única manera de salir adelante, así que, trabajando dobles jornadas, se pagó sus estudios, que eran muy caros en ese entonces (en Sudáfrica no hubo universidades públicas hasta que terminó el régimen del apartheid). No sólo se graduó como médico, sino que educó con su trabajo a sus hermanos y a sus hijos; incluso a sus primos; y cuando ya ejercía medicina lo hizo con sus enfermeras y asistentes. En total, pagó la educación media y superior de 34 personas.
El resultado, afirma Blecher, es que todos ellos salieron de la pobreza. “El apartheid enseñaba que algunas personas no tienen la misma inteligencia”, recuerda, sosteniendo que esa mentalidad aún se encuentra en el inconsciente de muchos. Él quiso probar lo contrario y creó seis universidades, las primeras gratuitas en Sudáfrica, y una escuela de emprendedores patrocinada por Richard Branson. Abandonó su proyecto de emigrar a Estados Unidos, donde le esperaba un puesto directivo y un muy alto nivel de vida, y se entregó a este proyecto. Dado que las universidades de élite del mundo sólo aceptan a los superdotados… él decidió aceptar a los más excluidos.
El 66% de los inscritos a sus aulas llegaban con trastorno de estrés postraumático, y el 40% con depresión crónica. Después de seis meses estaban todos libres de ello. Lo que hacen en sus universidades, además del currículum académico, es hacer campamentos a más de 400 kilómetros de las ciudades, para tener contacto directo con la naturaleza. Practicar meditación y hacen deporte. Llevan un régimen alimenticio rico en nutrientes. “Se trata de atender sus corazones y mentes, fortalecer la autoestima y la autoconfianza, de adentro hacia afuera, no de afuera hacia dentro”. Motiva a los muchachos para que puedan visualizar una vida completamente distinta a la que han tenido. “La inspiración es esencial”, asegura.
Uno de los bancos más importantes del país, Absa, ahora emplea a decenas de graduados de las universidades fundadas por Blecher. Casi todos tienen puestos directivos. Fanático de las estadísticas, hizo la suma de sus salarios, y los tasaba en 2018 en un rango de entre 45 mil y 75 mil dólares anuales. En empresas como Accenture, a las que es muy difícil ingresar, han entrado a trabajar 180 de sus alumnos. Uno de ellos ganó la competencia mundial en Cisco, lo que nunca había logrado un africano. Hoy tiene más de 18 mil graduados, que sostienen a 150 mil familiares con sus empleos. “Lo hemos probado no una o dos veces, sino 18 mil”, subraya.
Antes de cerrar nuestra plática, Taddy vuelve a mencionar el tema de la deserción en nuestro país: “de 100 niños que empiezan la primaria, solo 46% terminan la secundaria. Eso ya representa la mitad de los niños. ¿Qué van a hacer? Pueden trabajar como meseros, obreros o choferes, pero en unos años esos trabajos serán sustituidos por máquinas. Por ahora no se ve tan mal el panorama para México, porque los números de desempleo no son malos, pero si entran en escena algunos factores como una recesión, además de la disrupción tecnológica, en 10 años tendrán el mismo caos que nosotros”.
¿Cómo se puede competir así con India, China, Estados Unidos o Japón?, pregunta. “No se puede. Punto. Porque esos países están desarrollando científicos e ingenieros de alto nivel, que son quienes van a crear toda esa innovación tecnológica”. Le pregunto si la disrupción no será la misma para países con modelos educativos avanzados que para los que no los tienen. “Sí”, responde. “En todas partes va a haber una gran disrupción, pero hay estudios recientes que esbozan lo que sucederá en un mundo completamente automatizado. ¿Qué será mejor, lo que pueda aportar un ser humano altamente educado, o la Inteligencia Artificial? La respuesta es que no será mejor la IA o la persona: el resultado más deseable será la conjunción de ambas partes. El ser humano trabajando con la tecnología puede resolver muchos de los problemas que tenemos como especie”. A eso nos deberíamos de avocar: a prepararnos para el futuro, en lugar de solo percibirlo como algo amenazante.
José Manuel Valiñas es analista de política internacional.