El estilo gran guiñol —exhibir violencia como caricatura fuera de control‑ es la exitosa fórmula que actualiza el director de Deadpool 2, David Leitch, para su cuarto filme, Tren bala (2022).
Basándose en la novela de Kôtarô Isaka, el guionista Zak Olkewicz pone al servicio de Leitch la parafernalia disponible en el libro para crear un vehículo lucidor sobre la brillante y peligrosa noche japonesa, decorada con neón, que parece eterna.
A un tren bala, espacio claustrofóbico, se sube Ladybug, Catarina (Brad Pitt), asesino a sueldo administrado por María Beetle, Escarabajo (Sandra Bullock). La misión que debe cumplir es sencilla debido a hechos del pasado que lo afectan. Claro, pronto todo se va al diablo.
Los pasajeros no son gente común, sino un surtido grupo de criminales, destacando Mandarina (Aaron Taylor-Johnson) y Limón (Brian Tyree Henry). Así, este guiñol, con obstáculo insorteable —o eso se nos hace creer—, mezcla humor furibundo con acción sin freno; exige asimismo nombres chistosos o fuera de lugar: lo estrafalario es ley.
Leitch, de profesión “doble de acción”, usa la cámara de su colaborador habitual Jonathan Sela, como si fuera eso: un infatigable doble que hace acrobacias.
El impredecible humor negro de Leitch propone un teatro guiñol de gestos rápidos, respuestas filosas, actuaciones entre la exageración y lo autoirrisorio, y actividades que son puro choque y destrucción.
La dinámica diversión hipervisual de esta cinta, pensada para adultos, tiene personajes-marionetas hábilmente manipulados, que interactúan repartiéndose trompadas, y recuperándose sin consecuencias, mientras el tren incrementa la velocidad. Leitch, pues, adora el desbarajuste que causa este jocoso tren bala.
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