En el blog de FMI, Ilyina et al (2024) sostienen que la política industrial está retornando a lo largo del mundo. Responde a la necesidad de fortalecer las cadenas de suministro y por cuestiones de seguridad económica, ante fenómenos tales como el cambio climático, la pandemia del Covid 19 y por las tensiones geopolíticas en el mundo. Por lo tanto, se privilegia la articulación de la producción a nivel regional.
La presidenta electa Claudia Sheinbaum declaró que buscará que la relocalización de empresas (nearshoring) se vincule con cadenas productivas nacionales, para impulsar la industrialización y potenciar el desarrollo, y que se seguirán impulsando los polos de desarrollo y los corredores industriales en el país.
El nearshoring se presenta como una oportunidad única para reactivar el crecimiento económico con bienestar social y aplicar una planeación integral.
Cabe recordar que la integración comercial a través del TLCAN y posteriormente con el T-MEC, permitió la consolidación de un modelo basado en la exportación de manufacturas, que supuestamente permitiría la convergencia tecnológica y la eficiencia competitiva. Dicha inserción generó el aumento de las exportaciones con alto contenido importado y el incremento de la inversión extranjera directa.
Durante la etapa neoliberal, la manufactura ha dejado de dinamizar el crecimiento económico. Las exportaciones han estado relacionadas con cadenas globales de valor, en donde las grandes corporaciones no tienen vínculos con el resto de la planta productiva nacional.
Los resultados de la falta de política industrial están a la vista: bajo crecimiento del PIB manufacturero (1994-2023, 2.0% promedio anual), poca generación de empleos (9.7 millones de ocupados en 2023, lo que representa una tasa de crecimiento de 1.8% anual desde 2006), y una balanza manufacturera deficitaria (5,464 mdd en 2023).
Las empresas manufactureras han vivido dos situaciones polares. Cuando se trata de aquellas que realizan su ganancia en moneda local, sin poder de mercado, principalmente PYMES, tienen que enfrentar los bajos niveles de consumo interno, el desplazamiento de sus productos por importaciones baratas y la falta de acceso al crédito. En el caso de las grandes corporaciones que integran sus procesos productivos en cadenas globales de valor, éstas pueden acceder a insumos importados baratos, tienen control sobre sus costos laborales, y reciben una serie de incentivos fiscales para permanecer en nuestro país. En síntesis, se registra un sector manufacturero en general estancado y grandes corporaciones en auge.
Según Calva (2007), los instrumentos fundamentales de la política industrial son: una política macroeconómica que propicie la estabilidad con crecimiento económico, políticas de fomento económico general (formación de recursos humanos, construcción de infraestructura, acceso al crédito, desarrollo del sector energético, etcétera) y políticas activas de fomento sectorial de actividades consideradas prioritarias.
La política industrial implica seleccionar ciertas actividades económicas para poder transformar la estructura económica y propiciar el desarrollo. Definir qué industrias pueden cerrar la brecha de divisas manufactureras, cuáles contribuyen a generar más empleos y entre aquellas con tecnología avanzada, cuáles cuentan con mayores externalidades positivas. El reto será aprovechar el nearshoring integrando a los sectores hasta hoy excluidos y protegiendo los derechos laborales.
Profesor de la ENES León de la UNAM e integrante del Centro de Análisis de Coyuntura Económica, Política y Social, CACEPS, caceps@gmail.com